974 - Salmos. La presencia y el poder de Dios. Sal 114:7-8
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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974 – Sal 114:7-8 – Salmos. La presencia y el poder de Dios. A la presencia de Jehová tiembla la tierra, a la presencia del Dios de Jacob, el cual cambió la peña en estanque de aguas, y en fuente de aguas la roca. Este breve himno es una conmemoración de las poderosas obras de Dios en el éxodo. El Salmo es parte del “Hallel egipcio” (Sal 113-118) cantado en la celebración de la Pascua. Aunque Dios es el centro de la alabanza por sus milagros, no se menciona hasta la última estrofa (Sal 114:7-8). En este detalle se destaca otra enseñanza del salmista: quiere mostrar que su pueblo es el instrumento por el cual Dios revela su poder y su gloria; el pueblo redimido y siguiendo a Dios es el centro de la demostración del poder de Dios. A un observador no creyente lo que le impacta es lo que sucede fuera de lo ordinario con el pueblo del Señor. Dios quiere mostrar su poder y su gloria en el mundo; usa la fe, la alabanza, la oración y la obediencia de su pueblo para hacerlo. 1. La presencia de Dios en su pueblo (Sal 114:1-2). “Cuando salió Israel de Egipto, la casa de Jacob del pueblo extranjero” (Sal 114:1). Cuando salió habla de un tiempo específico. Los hechos salvíficos de Dios tienen lugar y fecha. Dios actúa en la historia, en nuestra historia. Así, cuando los israelitas celebraron la Pascua, no pensaban sólo en el pasado, expresaban su fe también en la acción de Dios en su propia historia cotidiana. Se mencionan Judá e Israel paralelamente; quizá el autor quiso incluir tanto el reino del norte como el del sur, pero también los usa como sinónimos para hablar de toda la nación. “Judá vino a ser su santuario, e Israel su señorío.” (Sal 114:2). Su santuario… su señorío Dios no se menciona, pero es claro que el pronombre se refiere a Dios. La señal visible de la santidad de Dios y de su reino es su pueblo. Cuando el pueblo de Dios realmente es su santuario (le adora) y está rendido a su señorío (o dominio) Dios se manifiesta en poder y es glorificado delante de las naciones. 2. El poder de Dios en la naturaleza (Sal 114:3-6). “El mar lo vio, y huyó; el Jordán se volvió atrás. Los montes saltaron como carneros, los collados como corderitos. ¿Qué tuviste, oh mar, que huiste? ¿Y tú, oh Jordán, que te volviste atrás? Oh montes, ¿por qué saltasteis como carneros, vosotros, collados, como corderitos?” Muy brevemente el salmista incluye todo el proceso del éxodo del pueblo de Israel; el cruce del mar Rojo (Ex 14:16), Dios hablando a Moisés en el monte Sinai (Ex 19:18; 20:18), y del cruce del Jordán (Jos 3:17). Con lenguaje vigoroso; frente al pueblo, donde se manifestó el poder de Dios, todos los elementos de la naturaleza se espantaron: el mar huyó, los montes saltaban. Los dos cruces, el mar Rojo y rio Jordán enseñan la salida de la esclavitud del pecado, y la llegada a la tierra prometida. Demuestran que lo que Dios inicia lo termina: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil 1:6). 3. La presencia y el poder de Dios (Sal 114:7-8). A la presencia de Jehová tiembla la tierra, a la presencia del Dios de Jacob, el cual cambió la peña en estanque de aguas, y en fuente de aguas la roca.” Cuando Dios descendió y habló a Moisés en el monte Sinaí, el monte tembló en la presencia de Dios “Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis.” (Ex 20:18-20). Aun con nuestra gran tecnología, los mares, los ríos y las montañas siguen presentándonos retos formidables. Pero para Dios, quien controla la naturaleza, no son nada.