969 - Salmos. Ayúdame, oh Señor Dios mio. Sal 109:26-27
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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969- Sal 109: 26-27 – Salmos. Ayúdame, oh Señor Dios mío. Ayúdame, Jehová Dios mío; sálvame conforme a tu misericordia. Y entiendan que esta es tu mano; que tú, Jehová, has hecho esto. Este es otro salmo imprecatorio y el más fuerte de todos. Es un llamado para que Dios juzgue al malvado. David no tomaba la venganza en sus manos, sino que pedía que Dios acelerara su promesa de juicio sobre los impíos. Las palabras de David describen el destino final de todos los enemigos de Dios. David responde aquí a aquellos que han lanzado un violento ataque verbal de falsas acusaciones contra él (Sal 109:2-3, 20). Este salmo se considera mesiánico, por cuanto en Hch 1:20 cita el Sal 109:8 con referencia al castigo de Judas Iscariote por la traición a Cristo, al igual que los Sal 41:9; 69:25. David cambia de posición con sus enemigos al pasar de ser el acusado en el tribunal humano a ser el acusador ante el tribunal de Dios. I. La petición del demandante (Sal 109:1-5). “Oh Dios de mi alabanza, no calles; porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí; han hablado de mí con lengua mentirosa; con palabras de odio me han rodeado, y pelearon contra mí sin causa.” (Sal 109:1-3). El Salmo empieza y termina con alabanza. Mi alabanza indica que el salmista tiene comunión con Dios. Se queja de los que se oponen que son el impío y el engañador. Le atacan fuertemente y con la boca. “En pago de mi amor me han sido adversarios; mas yo oraba. Me devuelven mal por bien, y odio por amor.” (Sal 109:4-5). Solo mediante la fortaleza de Dios seremos capaces de seguir el ejemplo de David. Jesucristo enseña, “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” (Mt 5:44-45). David no se venga de sus enemigos y ora por ellos. “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. (Ro 12:19-21). II. El castigo solicitado (Sal 109:6-20). El Señor Jesús puede hablar aquí como Juez, dictando sentencia contra algunos de sus enemigos para advertencia de otros. Esta es la sección imprecatoria más larga y fuerte de los Salmos. El salmista pide para el enemigo: “Pon sobre él al impío, y Satanás esté a su diestra. Cuando fuere juzgado, salga culpable; y su oración sea para pecado. Sean sus días pocos; tome otro su oficio.” (Sal 109:6-8). El salmista ora para que Dios juzgue a estos enemigos, pero, este tipo de oración Dios no la responde porque el Señor no se contradice y pide que tengamos misericordia del enemigo (Mt 5:43-45). EL Señor espera que el malvado se arrepienta de su pecado “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.” (Mt 9:13). Pero, el mismo Dios “que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado … de ningún modo tendrá por inocente al malvado” (Ex 34:7). En Hch 1:20, Pedro combina parte del Sal 109:8 con otro salmo imprecatorio, el Sal 69:25 y lo ve como profecía cumplida de Judas Iscariote por la traición a Jesús. El malo “perderá su largura de vida y su oficio”, en el Sal 109:8; y en el Sal 109:11, “perderá su propiedad.” En Sal 109:11-19 siguen hablando de la inseguridad de la vida del que se aparta de Dios. Cierra este pasaje esperando que Dios haga juicio contra los enemigos. “Sea este el pago de parte de Jehová a los que me calumnian, y a los que hablan mal contra mi alma.” (Sal 109:20).