963 - Salmos. Todo mi ser bendice a Dios. Sal 103:1-2

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

963 – Sal 103:1-2 – Salmos. Todo mi ser bendice a Dios. Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El salmo 103 en general contienen una estructura sencilla: a) Introducción, un llamado a la alabanza (Sal 103:1-2); b) el cuerpo principal, que explica los motivos, razones de la alabanza: atributos y hechos de Dios (Sal 103:3-19); y c) conclusión, una síntesis de la adoración, se repite la invitación a adorar (Sal 103:20-22). Una tradición judía dice que David lo escribió cuando ya era anciano agradeciendo, bendiciendo a Dios por todos los beneficios recibidos de Él durante su vida. Podemos adorar a Dios por dos motivos: a) Por lo que Dios es, sus atributos, nombres, b) Por lo que Dios hace sus obras, beneficios, hechos de bondad para con sus hijos. Llama a tu alma a que bendiga a Jehová, a que bendiga su santo Nombre, los motivos son porque: I. Él provee todos sus beneficios. (Sal 103:1-2). Debemos bendecir, adorar, agradecer a Dios por “¡Todos sus beneficios!” En el original beneficios significa hechos de bondad ¿Qué significa todo esto? Nada de lo que pudiera ser para el beneficio del hombre ha sido retenido. El amor de Dios enviando a su Hijo. En el don de su Hijo Jesucristo, Él se ha comprometido a suplir toda nuestra necesidad. “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.” (1Ti 6:17). Hemos de decidir alabar a Dios. Conocer más a Dios requiere tiempo en adoración y comunión con Él. Podemos preguntar por qué dice bendice; ¿no es Dios quien bendice al hombre? Sí, pero lleva la connotación de agradar a Dios; el salmista quiere que Dios se goce con esta alabanza. No olvides llama la atención a nuestra tendencia de olvidar lo bueno que Dios ha hecho en nosotros. (Dt 8:12-14). II. Él perdona todas las iniquidades (Sal 103:3a). Por su infinita compasión, Él mantiene la misericordia para miles, perdonando la iniquidad, el pecado, la inmoralidad. Él debe o bien castigar la iniquidad, o bien perdonarla: No puede cambiar su carácter. La luz no puede tener comunión con las tinieblas. III. Él sana todas las dolencias (Sal 103:3b). El término iniquidades se refiere a acciones, pero la dolencia denota la contaminada fuente de la que provienen las acciones. Cada parte de la naturaleza moral del hombre está enferma. “En mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (Ro 7:18). Pero su poder sanador, “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1Jn 1:7). IV. Él redime, rescata, salva de la destrucción. (Sal 103:4a). Alabamos a Dios “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Col 1:13-14). V. Él corona de favores y misericordias (Sal 103:4b). Los misericordiosos favores de Dios resultan una hermosa y cómoda corona para la cabeza. Los que han sido sanados de todas las enfermedades serán coronados de honra en su vida y testimonio (Sal 5:12). VI. Él sacia de bien. (Sal 103:5a) “Todos sus beneficios” están extendidos y a disposición del alma lavada con la sangre de Jesucristo. A ellos se les dará a beber “del torrente de sus delicias” (Sal 36:8). Los de limpio corazón verán a Dios (Mt 5:8). Solo Dios puede saciar de bien, y solo los salvos y curados por la llaga de Cristo pueden ser satisfechos con aquello que es puro y bueno. La mente carnal no puede amar las cosas de Dios. (1Jn 2:15-17). VII. Él rejuvenece como el águila. (Sal 103:5b). El águila renueva su juventud por una regeneración exterior. El alma que ha sido salva y saciada es regenerada tanto por dentro como por fuera. Los nacidos de lo alto tienen su juventud renovada, porque son nueva creación en Cristo Jesús (2Co 5:17), y su vida eterna inicia al aceptar a Jesucristo como su único Señor