946 - Salmos. Dios guarda mi alma. Sal 86:1-2

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

946 – Sal 86:1-2 – Salmos. Dios guarda mi alma. Inclina, oh Jehová, tu oído, y escúchame, porque estoy afligido y menesteroso. Guarda mi alma, porque soy piadoso; salva tú, oh Dios mío, a tu siervo que en ti confía. Este es el único Salmo en el Libro III de los Salmos que dice de David. Si no fue escrito por David, fue dedicado a David y usa mucho lenguaje de salmos que David escribió. También es el único Salmo que usa el término Adonai (Dios, Señor) siete veces, prefiriéndolo a Jehová, el nombre del Dios del pacto. Hay una sensación de urgencia que se demuestra en unas catorce peticiones de oración que Dios responde. 1. Clamor por ayuda (Sal 86:1-7). En los primeros siete versos tenemos siete razones urgidas por el salmista de por qué Dios debiera responderle. R1. Mi necesidad. “Oh Jehová… escúchame, porque estoy afligido y menesteroso” (Sal 86:1). Nuestra pobreza e impotencia es un poderoso ruego a la puerta de la misericordia y gracia infinitas. R2. Mi piedad. “Guarda mi alma, porque soy piadoso” (Sal 86:2a). Ser piadoso es buscar, vivir en la voluntad de Dios. Esta piedad es provechosa cuando concuerda con la oración. Muchos piden sin recibir porque piden mal al no coincidir con la voluntad de Dios. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Stg 4:3). Algunas veces nuestros problemas o dolores son tan grandes que lo único que podemos hacer es gritar a Dios: "Guarda mi alma". La convicción de que Dios responde las oraciones nos debe sostener siempre en tiempos difíciles y descansar en Él. “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Is 41:10). “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.” (Lc 21:19). Hemos de pedir protección siempre, pues se nos oponen fuerzas malignas. El salmista habla de su triple relación con Dios: 1) es piadoso (unido a Dios); 2) Dios mío enfatiza su comunión personal con Dios; y. 3) tu siervo y en ti confía hace hincapié en su sumisión, obediencia, y fe en Dios. R3. Mi fe. “Salva a tu siervo que en ti confía.” (Sal 86:2b). Solo la fe genuina puede hacer un llamamiento honesto a la fidelidad de Dios. Su siervo confiado triunfará con el poder salvador de Dios. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. (Is 26:3). R4. Mi oportunidad. “Porque a ti clamo todo el día” (Sal 86:3). Debemos perseverar en la oración. El Señor da un ejemplo “¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; … por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Lc 11:5-9). R5. Mi fijación total. “Alegra el alma de tu siervo, porque a ti, oh Señor, levanto mi alma” (Sal 86:4). El alma de la oración verdadera es el levantamiento del alma, como afirma Ana “No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová.” (1Sa 1:15). Un corazón confiado en Dios es un corazón “más que vencedor.” (Ro 8:37). R6. Mi experiencia. “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan.” (Sal 86:5). Su experiencia del pasado y su conocimiento del carácter de Dios es otra razón para experimentar una ayuda presente. R7. Mi certidumbre. “En el día de mi angustia te llamaré [a Ti clamaré], porque tú me respondes.” (Sal 86:7). Ésta es una confianza que nunca es avergonzada. Cree, y verás. “Deléitate [se moldeable] asimismo en Jehová, y Él te concederá las peticiones de tu corazón.” (Sal 37:4). “Por nada estéis afanosos [preocupados, estresados, atribulados], sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.