933 - Salmos. Mi porción es Dios para siempre. Sal 73:1-3

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

933 – Sal 73:1-3 – Salmos. Mi porción es Dios para siempre. Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Asaf era el director de uno de los grupos cantores durante David (1Cr 25). Compiló los Salmos 73-83, pero quizás no los escribió todos. El salmista se deprimía al contemplar la aparente prosperidad de los impíos a la vez que veía las dificultades de vivir una vida de rectitud, santa. Al juzgar las cosas por su apariencia externa, el salmista dice: “Casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos” (Sal 73:2). Estos son “tiempos peligrosos” para el alma confiada, cuando la providencia de Dios parece contradecir a la palabra de Dios. Luego vuelve en si como el hijo prodigo, y contempla la vida desde la perspectiva de estar bajo el control de un Dios soberano, santo, y llega a la conclusión de que son los impíos, no los rectos, los que han fracasado. “Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días.”(Sal 7:11). I. El problema. Era enorme y complejo. Aquí tenemos algunas de las cosas que abrumaron sus sentidos vio: 1. La prosperidad de los impíos (Sal 73:3). 2. Que “no se acongojan por su muerte” (Sal 73:4). 3. Que “no pasan trabajos… ni son azotados como los otros hombres” (Sal 73:5). 4. Que “la soberbia les ciñe el cuello como cadena de oro” (Sal 73:6, V.M.). 5. Que “logran con creces los antojos del corazón” (Sal 73:7). 6. Que “hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo” (Sal 73:8-9). 7. Que ignoraban voluntariosamente a Dios, diciendo: “¿Cómo sabe Dios?” (Sal 73:11). Luego añade, con un tono de ironía: “He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas” (Sal 73:12). ¿Es en vano, pregunta él, que “he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia”? (Sal 73:13). ¿No importa para nada lo que el hombre sea? ¿No hay ningún principio de justicia que domine sobre los asuntos de los hombres? ¿Acaso lo mejor es ser malvado y desafiar a Dios? “Pues he sido azotado todo el día” (Sal 73:14). El problema de los sufrimientos de los justos, y de la prosperidad de los impíos, lo tenemos siempre delante de nosotros. A juzgar desde un punto de vista mundano, el misterio es incomprensible. El hombre del mundo, cuyos ojos se le salen de gordura, puede decir, con escarnio, “¿Cómo lo sabe Dios?”. II. La solución. “Cuando medité para entender esto, fue un duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos” (Sal 73:16-17). Toda la situación es desde luego penosa, aparte de la revelación del “santuario de Dios”. Pero cuando se considera a la luz de aquella revelación de Dios que tiene que ver directamente sobre “el fin de ellos”, las cosas se ven en su verdadera perspectiva. En su luz vemos con claridad la luz. (Sal 36:9). Las cosas adoptan otro carácter cuando se ven a la luz de la Eternidad. La prosperidad temporal puede ser solo un síntoma temprano y engañoso de una enfermedad fatal. En esta visión santa y ensanchada Él vio a los incrédulos: 1. Que estaban puestos “en deslizaderos”(Sal 73:18). 2. Que serían precipitados “en una completa ruina”. 3. Que serían “asolados de repente” (Sal 73:19). 4. Que “se consumirían de terrores”. 5. Que Dios “los menospreciará como a fantasmas” (Sal 73:20). Esta nueva perspectiva seca las raíces de la envidia. ¿Quién codiciaría la posición de un hombre que fuera a ser famoso por una hora, y un necio por un año? Los malvados tienen su porción en esta vida, pero quedan en una mísera bancarrota al final. “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt 16:26). III. El alma en reposo. Viendo ahora el perturbador problema, por así decirlo, con nuevos ojos, hace una confesión de su “insensatez” e “ignorancia”, y