925 - Salmos. Alabanza a Dios por su generosidad. Sal 65:1-2
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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925 – Sal 65:1-2 – Salmos. Alabanza a Dios por su generosidad. Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios, y a ti se pagarán los votos. Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne. Este es un salmo de alabanza, lleno de sentimientos de esperanza, confiados e incluso entusiastas como respuesta a la bondad de Dios, sin quejas ni imprecaciones. La alabanza se recomienda en este salmo como un reconocimiento por la intervención de Dios en la vida de la persona (Sal 65:3), en la comunión divina (Sal 65:4), en los asuntos de la nación (Sal 65:8), y su generosidad con la naturaleza (Sal 65:9-13). 1. Dios es digno de alabanza. (Sal 65:1). “Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios, y a ti se pagarán los votos.”. En lugar de hacer un llamado a la alabanza, como es normal en otros salmos, el salmista declara que Dios es digno de la alabanza. “Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia.” (Sal 136:1). Sion, en el pueblo de Dios, donde conocen quién es y qué hace Dios, es donde las personas aprecian la adoración que Dios merece. “Alabad a Jehová, naciones todas; pueblos todos, alabadle. Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya.” (Sal 117). 2. El perdón de Dios (Sal 65:2-4). “Tú oyes la oración y vendrá a ti toda carne” (Sal 65:2). ¡Qué maravilla! ¡El Dios de todo el universo oye nuestra oración! Es el propósito de Dios que “en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra”. (Fil 2:10). “Las iniquidades prevalecen contra mí; Mas nuestras rebeliones tú las perdonarás.” (Sal 65:3). Probablemente el himno fue cantado después de una restauración de comunión con Dios mediante el perdón de los pecados. La maldad y el pecado siempre estorban; pero “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1Jn 1:7), así el maligno no tiene de donde agarrarnos. “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.” (Ap 12:11). “Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios; seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo.” (Sal 65:4). El salmista da una visión de la gracia de Dios. El beneficio y el deleite de esta gracia se viven en medio del pueblo de Dios. El contacto con y la actividad en el pueblo de Dios nos sacia con lo mejor de la vida. “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,” (2Ts 2:13). 3. El poder de Dios (Sal 65:5-8). “Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, oh Dios de nuestra salvación, Esperanza de todos los términos de la tierra, y de los más remotos confines del mar. Tú, el que afirma los montes con su poder, ceñido de valentía” (Sal 65:5-6). Con tremendas cosas nos responderás tiene en mente la oración. Dios quiere mostrar su poder a sus hijos; quiere que oremos con fe para poder manifestar sus maravillas. Pero notemos que lo hace en justicia, responde de acuerdo a su justicia, voluntad y soberanía. Afirmas las montañas que eran símbolos de estabilidad y permanencia. El salmista, cuando piensa en el poder de Dios, también piensa en las olas poderosas del mar y cómo Dios las frena y las controla. (Sal 65:7). “Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas. Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde” (Sal 65:8). Cuando Dios actúa la gente y las naciones temen. Pero la creación más bien alaba a Dios con júbilo. Tanto el día como la noche glorifican a Dios. “En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo.” (Ap 11:13).