913 - Salmos. La corrupción del ser humano. Sal 53:1-2

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

913 – Sal 53:1-2 – Salmos. La corrupción del ser humano. Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; No hay quien haga bien. Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que buscara a Dios. Este salmo es la repetición del Salmo 14, excepto por unas pocas variantes, como el que se sustituye el nombre divino Yahvé por el de Elohím. Como eco del mensaje del Salmo 14, aquí David proclama la necedad del ateísmo usado también por el apóstol Pablo para hablar de la doctrina del pecado: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” (Ro 3:10-12). La gente puede decir que no hay Dios para cubrir sus pecados, tener una excusa para continuar pecando, y/o para pasar por alto al Juez y evitar el juicio. Un "necio" no es alguien falto de inteligencia. Muchos ateos e incrédulos son sumamente cultos. Los necios son los que rechazan a Dios, el único que puede salvarlos. En este salmo los malvados se proponían avergonzar a los justos, pero Dios era su refugio. Este Salmo no es el más popular, pero tiene el singular honor de aparecer dos veces en este libro de los salmos. Hace énfasis en el total fracaso del hombre necio a los ojos de Dios. Vemos aquí: I. La necedad humana. “Dice el necio en su corazón: No hay Dios.” (Sal 53:1). La humanidad como un todo es este necio; es prácticamente atea. La palabra “necio”, se dice, viene de un término que denota el acto de marchitarse. El corazón de incredulidad, engañoso y marchito por el pecado, se aleja del Dios vivo, y quisiera justificarse a sí mismo diciendo: “No hay Dios”. “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” (Ro 1:21). II. El escrutinio divino. “Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres.” ¿Para qué? ¿Para ver si alguno estaba tratando de hacer avanzar las ciencias, las artes, la filosofía? No, sino para ver si había alguno sensato, que comprendiera su propia condición, y que buscara a Dios (Sal 53:2). La principal preocupación de Dios acerca del hombre es que el hombre no le busca. “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” (Is 55:6-7). III. Fracaso universal. “Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.” (Sal 53:3). Amargos y sucios; como la sal insípida, buenos para nada. Es una terrible acusación general, pero es de parte de Dios. Dios habla aquí de lo que Él ve; nosotros podemos pretender ver algo diferente, pero su juicio se mantendrá (Ro 3:10-12). IV. Impiedad práctica. ¿No tienen conocimiento todos los que hacen iniquidad, que devoran a mi pueblo como si comiesen pan, y a Dios no invocan?” (Sal 53:4). Incluso en medio de esta corrupción moral general, Dios no se ha quedado jamás sin testigos. Las características de los obreros de iniquidad son los mismos en la actualidad que en el pasado: ignorancia de Dios; aborrecimiento de su pueblo; incredulidad: “A Dios no invocan”. Rechazar el conocimiento de Dios lleva a ser rechazados por Él (Os 4:6). V. El pavor del necio. “Allí se sobresaltaron de pavor donde no había miedo, Porque Dios ha esparcido los huesos del que puso asedio contra ti; los avergonzaste, porque Dios los desechó.” (Sal 53:5). El salmista resalta el peligro que corren los que aborrecen, rechazan a Dios y a su pueblo: Son desechados y avergonzados. “Huye el impío sin que nadie lo persiga; más el justo está confiado como un león. “ (Pr 28:1).