901 - Salmos. Salvo y satisfecho. Sal 40:1-2
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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901 – Sal 40:1-2 – Salmos. Salvo y satisfecho. Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Éste es el testimonio de un hombre que conocía por experiencia la bendición o dicha de lo que aquí se habla. Hay dos condiciones a las que se hace referencia: en el pozo, y sobre la roca; la posición del perdido en el pozo de la desesperación, y la posición del salvo sobre la roca. Los primeros versículos de este Salmo tan conocido nos dan las experiencias de un alma pasando de las tinieblas a la luz; de las miserias de una condición de perdición a los gozos de una plena salvación. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1Pe 2:9). I. Angustiado. El salmista estaba en “un pozo horrible” y “lodo cenagoso” (Sal 40:2). Nuestros pecados son las cuerdas con que bajamos a las tinieblas y nos hundimos en la ciénaga. Es terrible el despertar cuando el pecador reconoce, acepta ésta condición. Entonces los dolores del infierno se apoderan del pecador. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 6:23). Solo “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1Jn 1:7). II. Oído. “Se inclinó hacia mí, y escuchó mi clamor” (Sal 40:1). ¡Qué misericordia que este hoyo no sea sin fondo, y que el oído lleno de la gracia de Dios sigue atento. Jonás clamó desde el vientre del Seol, y fue oído. “y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y Él me oyó; desde el seno del Seol clamé, y mi voz oíste.” (Jonás 2:2). La mano de Dios “no se ha acortado para salvar, ni se ha agravado su oído para oír” (Is 59:1). Oramos por el país como Daniel oraba por Jerusalén y esperamos en tu salvación Dios nuestro: “Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.” (Dn 9:18-19). III. Salvado. “Me extrajo: Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso” (Sal 40:2a). Su brazo no se ha acortado que no pueda salvar; es lo suficientemente largo y fuerte para levantar al pecador arrepentido, “extrayéndolo, sacándolo” del pozo de los horrores y de la ciénaga traicionera. Otros pueden divertir y distraer al alma encarcelada, pero solo Dios puede sacarla de allí. Jesucristo citando Is 61:1-2a dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.” (Lc 4:18-19). IV. Consolidado. “Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” (Sal 40:2b). Es una poderosa liberación, desde el inconsistente lodo cenagoso de nuestros propios pensamientos a la roca de la eterna verdad de Dios, y llegar a tener nuestros caminos de tal manera consolidados que seamos guardados de recaer a nuestra anterior condición. “¿De dónde vendrá tu socorro? Jehová es tu guardador.” (Sal 121:1,5) V. Alegrado. “Puso luego en mi boca cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios” (Sal 40:3). Este nuevo cántico solo pertenece a la nueva vida de la fe. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2Co 5:17). Es un cántico de alabanza al Cordero que es digno, porque Él fue inmolado y nos ha redimido para Dios con su sangre (Ap 5:9). Así que, alma mía: “Cantad a Jehová cántico