900 - Salmos. Presta atención. Sal 39:1-2
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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900 – Sal 39:1-2 – Salmos. Presta atención. Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí. Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno; y se agravó mi dolor. David decidió no quejarse de sus problemas con los demás, sino que llevó sus quejas directamente a Dios. Algunos nos quejamos del trabajo, del dinero o de las situaciones en la vida, pero quejarnos ante otras personas puede hacerlas pensar que Dios quizás no tenga control sobre nosotros. También pudiera parecer como si culpáramos a Dios de nuestros problemas. En cambio, al igual que David, debemos llevar nuestros problemas directamente a Dios. “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1Pe 2:21-23). Esta resolución del salmista de “velar sobre sus pasos” es una nota de recordatorio para nosotros. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1Co 10:12). Por lo tanto, al igual que David, prestemos mucha atención sobre: I. Mis pasos (Sal 39:1). Indagaré mis motivos, mis hábitos y maneras. No los consideraré correctos porque sean mis caminos. Indagaré acerca de si están en armonía con la palabra y los caminos de Dios. “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.” (Sal 139:23-24). II. Mi boca. “Pondré a mi boca un freno, en tanto que el impío esté delante de mí” (Sal 39:1). Dios es frecuentemente juzgado por los caminos y bocas de su pueblo; por ello, hay a veces necesidad de un freno. El que no ofende de palabra es un hombre perfecto (Stg 3:2). Camina sabiamente para con los de fuera (Sal 141:3). Cuidado porque “la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.” (Stg 3:6). Pero “La boca del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia.” (Sal 37:30). III. Mi corazón. “Ardía mi corazón dentro de mí” (Sal 39:3). Bienaventurados los de corazón ardiente, los llenos del Espíritu Santo, porque sus lenguas hablaran y cantarán a Dios con salmos e himnos y cánticos espirituales. (Sal 34:1; Ef 5:18; Col 3:16). “Por lo tanto, amados hermanos, ¡cuidado! Asegúrense de que ninguno de ustedes tenga un corazón maligno e incrédulo que los aleje del Dios vivo.” (He 3:12). BNTV. IV. Mi fin. “Hazme saber, Jehová, mi fin” (Sal 39:4). ¿Cuál será mi fin? Ésta es una pregunta de mayor importancia. Balaam deseaba que su fin fuera el de los rectos, pero no prestó atención a ello, y cayó contado entre los enemigos de Dios. (Nm 31:8). La vida es corta sin importar cuánto vivamos. Si hay algo importante que queramos hacer, no debemos posponerlo para otro día, mejor pregúntese: "¿Qué haría si solo tuviera seis meses de vida?" ¿Le diría a alguien que lo ama? ¿Trataría de enderezar algún área rebelde de mi vida? ¿Le hablaría a alguien de Jesús? Debido a que la vida es corta, no olvidemos prestar atención a lo que es realmente importante. Somos extranjeros y peregrinos sobre la tierra. (He 11:13). V. Mis días. “He aquí, diste a mis días la largura de un palmo” (Sal 39:5). Como nuestra vida es contada con la breve longitud de un palmo, tenemos que prestar atención a cada uno de ellos. “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos… Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.” (Sal 90:10,12).