888 - Salmos. Dios es mi luz y mi salvación. Sal 27:1

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

888 – Sal 27:1 – Salmos. Dios es mi luz y mi salvación. Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?   El temor es una sombra negra que nos envuelve y finalmente nos aprisiona dentro de nosotros mismos. Cada uno de nosotros hemos sido prisioneros del temor en un momento dado: Temor al rechazo, a ser mal interpretados, a la inseguridad, a la enfermedad e incluso a la muerte. Pero se puede vencer el temor por medio de la luz libertadora del Señor Jesucristo que nos da salvación. Si quiere disipar la oscuridad del temor en su vida, recuerde junto con el salmista que el Señor es su luz y su salvación. El salmista enseña principios escogidos, seleccionados para no temer, ni desmayar en los momentos de dificultad. “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (1Co 15:57). I. Una triple necesidad (Sal  27:1-3). 1. Luz. “Jehová es mi luz.” El mundo necesita luz. Cristo es la luz del mundo  (Jn 8:12). Satanás ha cegado las mentes de los hombres. (2Co 4:4).  2. Salvación. “Jehová es… mi salvación.” Él me ha sacado de un terrible hoyo. 3. Fortaleza. “Jehová es la fortaleza [baluarte, muralla] de mi vida.” Él ha establecido mis caminos. Esta triple necesidad es suplida solo en el Señor (Fil 4:19). Cuando Dios es nuestra luz, también es nuestra salvación y fortaleza y: “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.” II. Un triple deseo (Sal 27:4). 1. “Que esté yo [que repose] yo en la casa de Jehová.” Reposar en su casa es “permanecer en Él”. Es una expresión de santo afecto por el mismo Señor. 2. “Contemplar la hermosura de Jehová.” Ésta era la buena parte que María escogió, cuando se sentó a los pies de Jesús. Aprender de Él es contemplar su gloria. 3. “Inquirir en su templo.” Si alguien tiene falta de sabiduría, pídasela a Dios (Stg 1:5). La puerta del templo de las Sagradas Escrituras está siempre abierta a los indagadores. No entres en consejo con los impíos (Sal 1:1). III. Un triple privilegio (Sal 27:5-7). 1. Escondidos en su tabernáculo. En el tiempo de angustia, refugiados en el gran tabernáculo de su especial providencia (Ro 8:28). 2. Reservados en su morada. En el secreto de Su presencia, así como de su poder, nos oculta de la soberbia de los hombres. La vida escondida en Dios nunca será atrapada por sus enemigos. (Pr 18:10). 3. Puestos sobre una roca. Sus pies, o caminos, están establecidos sobre un cimiento seguro. Su vida no está fundada sobre las arenas movedizas de las teorías humanas. En tu presencia “Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.” (Sal 16:11). En tu presencia orare “Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.” (Sal 27:6). IV. Una triple seguridad (Sal 27:8-10). 1. De su rostro. “Cuando tú dices: Buscad mi rostro, mi corazón responde: Tu rostro buscaré, oh Jehová.” Los de puro corazón verán el rostro de Dios en su Hijo, en su Palabra, y en su Providencia. 2. De su comunión. “Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares.’ Y Él ha dicho: “De ningún modo te desampararé, ni te dejaré, de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador” (He 13:5-6). 3. De su favor. “Aunque mi padre y mi madre me abandonasen, con todo, Jehová me recogerá.” El Buen Pastor lleva a los corderos fatigados, abandonados en sus propios brazos. Nunca olvidemos que: ”En ti [Dios] he sido sustentado desde el vientre; de las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó; de ti será siempre mi alabanza.” (Sal 71:6). V. Una triple oración (Sal 27:11-12). 1. Pidiendo enseñanza. “Enséñame, oh Jehová, tu camino.” Sus caminos son caminos deleitosos. Dios enseña para salvación.  2. Pidiendo guía. “Guíame por senda de rectitud a causa de mis enemigos.” “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu