883 - Salmos. Cristo, sufrimiento y gloria. Sal 22:1
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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883 – Sal 22:1 – Salmos. Cristo, sufrimientos y gloria Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? David hizo una descripción profética, acertada del sufrimiento que el Mesías soportaría cientos de años más tarde. David estaba pasando por una gran prueba, pero en medio de su sufrimiento, al igual que el Mesías venidero, obtuvo la victoria. Jesús, el Mesías, citó este versículo cuando estaba colgado de la cruz llevando la carga de nuestros pecados (Mt 27:46). No era una queja, sino una apelación urgente a Dios. Esta es una declaración profética de “Los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”. No es solo “El Salmo de la Cruz”, sino también el de la Corona y del Reino. Estos padecimientos no pueden ser de David. ¿Quiénes fueron los que “horadaron sus manos y sus pies”? ¿Quiénes fueron los que “repartieron entre sí sus vestidos, y sobre su túnica echaron suertes”? (Sal 22:18). Fue la inspiración del Espíritu Santo, y por medio de David, testificar siglos antes acerca de los padecimientos de Cristo. I. La naturaleza de sus sufrimientos (Sal 22:1-21). Cristo fue: 1. Abandonado. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Sal 22:1-2). Éste es un misterioso por qué. La cuestión del pecado y del juicio está en ella. Cristo lo llama Dios y no Padre porque actuaría como Juez y no como Padre. Él fue abandonado por Dios porque “por nosotros fue hecho maldición” (Gá 3:13). “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” (2Co 5:21). 2. Vituperado. “Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo” (Sal 22:6). Aunque Dios ocultó de Él su rostro, no hubo reproche alguno por su parte ya “que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2Co 5:19). El vituperio y el escarnio provino de aquellos hombres malvados por los que Él sufrió. 3. Ridiculizado. “Se encomendó a Jehová; líbrele Él; sálvele, puesto que en Él se complacía” (Sal 22:8). Se burlaron de su fe en Dios como de algo vano. Se reían de su debilidad como evidencia de fracaso y de presunción. 4. Abatido. “Estoy derramado como agua” (Sal 22:14). Cristo se minimizó a Sí mismo, y se humilló. Derramó su alma hasta la muerte. Dio todo lo que tenía, su vida: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar.” (Jn 10:17-18). 5. Humillado. “Me has puesto en el polvo de la muerte” (Sal 22:15). Fue llevado al polvo, por medio de su propia y voluntaria humildad, “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte.” (Fil 2:8). 6. Traspasado. “Horadaron [atravesaron, paralizarón] mis manos y mis pies” (Sal 22:16). Lo clavaron en una cruz. Crucificaron al Señor de la gloria. 7. Avergonzado. “Contar puedo todos mis huesos… Repartieron entre sí mis vestidos.” La muerte de la Cruz era la más penosa y vergonzosa de todas las muertes (Mt 27:35; Jn 19:23-24). Nuestro sustituto fue expuesto al vituperio público. “Cristo padeció… el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1Pe 3:18). II. Las glorias que han de seguir (Sal 22:22-31). 1. La declaración de su nombre. “Anunciaré tu nombre” (Sal 22:22; He 2:12). “Por lo cual”, debido a sus sufrimientos y muerte, “Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre” (Fil 2:9). La predicación de Su Nombre es la predicación de su carácter maravilloso y salvador. 2. La certidumbre de su gracia. “Porque no menospreció ni desdeñó la aflicción del afligido” (Sal 22:24). “Comerán los humildes, y serán saciados” (Sal 22:26). La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo (Jn 1:17). “Bástate mi gracia” (2Co 12:9). “Oídme atentamente, y comed de lo bueno, y se deleitará vuestra alma en lo más sustancioso” (Is 55:1-2).