813 - Ester, humilde y exaltada. Est 2:17
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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813 – Est 2:17 Ester, humilde y exaltada. Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres, y halló ella gracia y benevolencia delante de él más que todas las demás vírgenes; y puso la corona real en su cabeza, y la hizo reina en lugar de Vasti. Ester significa “estrella”. Los caracteres elevados como estrellas destacan y son reconocidos. La luz se hace evidente por sí misma. La deposición de Vasti va seguida de la búsqueda de una reina. Fue una búsqueda de unas cualidades demandadas de antemano. No se trataba de “Todo el que quiera puede venir”. En este caso se hizo una gran elección. Estamos agradecidos que los candidatos para el cielo no sean buscados en base de este principio. No es a los hermosos, sino a los pecadores que vino Jesús a llamar. Algunas notas en el cántico de María bien pudieran ser cantadas por Ester. “Ha puesto sus ojos sobre la pequeñez de su esclava… Ha hecho por mí grandes cosas el Poderoso” (Lc 1:48-49). I. Su condición. Ester “Era huérfana”, y fue criada por Mardoqueo, su viejo primo (Est 2:7). No tenía opción, por su nacimiento y circunstancias, de ser una reina. Pero en la misteriosa providencia de Dios sucede lo más impensables. Nadie parecía más impensable como siervo de Jesucristo que Saulo de Tarso (Hch 9:6). Ni la pobreza, ni la ignorancia, ni la culpa constituyen barreras para la gracia infinita de Dios. (Tito 3:5). II. Su llamamiento. “Ester también fue llevada a la casa del rey” (Est 2:8). Ahora está consciente de que ha sido llamada como candidata a la corona. En esta carrera solo una podría lograr el premio. Muy diferente es con el llamamiento que nos viene por medio del Evangelio de Cristo. Todos los que reciben este llamamiento pueden también recibir la corona de la vida y de la honra eterna. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Jn 1:12-13). III. Su carácter. Es evidente que era extremadamente gentil y digna de confianza por el hecho de que agradó al guarda de las mujeres más que todas las demás (Est 2:9), y que fue fiel a las instrucciones de Mardoqueo de no revelar su nacionalidad. Su implícita obediencia a su tutor es un rasgo a destacar de su espíritu humilde y obediente (Est 2:20). Esto parece poca cosa, pero es de tal magnitud que Dios, en su providencia, nunca lo pasa por alto. “Cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”. (Pr 23:7). Es en el corazón bueno, obediente, y honrado que brota la semilla del reino con fruto de gloria para Dios. (Mt 13:23). IV. Su elección. “Cuando le llegó a Ester… el tiempo de venir al rey, ninguna cosa procuró sino lo que dijo Hegué eunuco del rey, guarda de las mujeres” (Est 2:15). Las otras candidatas demandaron muchas otras cosas para perfeccionar sus preparativos, pero Ester “ninguna cosa procuró”. Decidió satisfacerse con aquellas cosas que el rey había dispuesto. Sometámonos también nosotros al Espíritu Santo, cuyo oficio es santificarnos, equiparnos, vestirnos, y prepararnos para la presencia del Rey. “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Ef 4:22-24). V. Su corona. “Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres, y halló ella gracia y benevolencia delante de él (…) y puso la corona real en su cabeza” (Est 2:17). Su humildad y fe son ahora recompensadas con una manifestación pública del favor del rey: es coronada de gloria y honra, aunque no hizo más que obedecer. El camino al trono estaba abierta para ella siempre que el rey la amara. Qué privilegio ser amados por un rey, por el Rey del Cielo, su amor nos abre el camino al corazón y al hogar de Dios (Jn 14:1-3). La corona es el símbolo de honor y de poder.