809 - Nehemías, la palabra de Dios. Neh 8:9.
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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809 – Neh 8:9 Nehemías, la palabra de Dios. Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley. Esdras era un poco mayor que Nehemías pero contemporáneos. Esdras era el líder religioso y había venido de Babilonia trece años antes que Nehemías ahora el gobernador. Observamos un triunfo más de la fe al exponer fielmente la palabra del Señor tal como se revela en “el libro de la ley de Moisés”. Se produce un avivamiento donde el pueblo mismo clama por él (Neh 8:1). Vemos lo hermoso que es cuando la palabra de Dios está asociada con la obra de Dios y que la palabra de edificación debe venir a renglón seguido de la obra de la salvación. Aprendamos de esta escena impresionante y llena de enseñanzas al observar: I. Al predicador. “Y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro” (Neh 8:1). Esdras era conocido como escriba diligente de la ley de Moisés (Esd 7:6). Siendo además un sacerdote, estaba bien cualificado como expositor de las Escrituras. Como sacerdote, era receptor de la gracia; como escriba, estaba familiarizado con la verdad (Esd 7:10). La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo,” y en una medida tienen que venir por medio de cada predicador del Evangelio que tenga un llamamiento divino. (Jn 1:17; Ef 4:11). II. El lugar de reunión. “En la plaza” (Neh 8:3). Les leyó el libro en la plaza abierta que estaba delante de la Puerta de las Aguas. Se situó sobre “un púlpito de madera” (Neh 8:4). Así que el primer púlpito mencionado fue construido en una plaza pública para la obra, para predicar al aire libre. En la cámara secreta, o en la plaza del mercado, allí donde esté Jesús, allí está el cielo. La barca de Pedro en el lago, con Cristo dentro, era un lugar más santo que el templo de Jerusalén abandonado por Dios. (Lc 5:3-4). III. Los oyentes. 1. Eran numerosos. “Así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender” (Neh 8:2). La congregación estaba literalmente hambrienta de la Palabra de Dios. ¡Qué delicioso privilegio ministrar a tales personas! 2. Estaban atentos. “Desde el alba hasta el mediodía… los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro” (Neh 8:3). Estaban más interesados en el libro que en el predicador. No buscaban al hombre, sino al mensaje. 3. Eran reverentes. “Cuando lo abrió [el libro], todo el pueblo se puso en pie” (Neh 8:5). Que Israel se pusiera “en pie” era una declaración virtual de su disposición a oír y a obedecer. Estar de pie delante de Dios no es ningún nuevo método de testificar de nuestra buena disposición a creer en Él. 4. Estaban listos a dar respuesta. “Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén!, alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová” (Neh 8:6). Respondieron a las demandas de la palabra de Dios humillándose de corazón. Seamos “hacedores de la Palabra” y no solo oidores (Stg 1:22). IV. Los modos del predicador. Predicadores, maestros aprendamos de Esdras: 1. Comenzó bendiciendo al Señor (Neh 8:6). Estaba profundamente consciente de: la grandeza de Dios, la grandeza de la ocasión, la grandeza del mensaje, la gran necesidad del pueblo, y de su enorme responsabilidad. 2. Se apegó a la palabra de Dios. Leyó “en el libro de la ley de Dios” (Neh 8:8). Bien sabía que lo que el pueblo necesitaba era no sus pensamientos, sino los pensamientos de Dios. “No son vuestros pensamientos mis pensamientos, dice el Señor.” (Is 55:8). 3. Habló claramente (Neh 8:8). No hubo ningún intento tonto de entonar una canción, hablar de él, contar un chiste, habló con claridad, de manera incisiva la palabra de Dios. 4. Explicó el texto. “Leían… claramente, y ponían el sentido”. Esdras era temeroso de Dios y capacitado para dar a entender el verdadero sentido de la palabra de Dios (Esd 7:10). No habría tantos oyentes en vano si los predicadores, maestros fueran tan