797 - Esdras, el secreto del éxito. Esd 6:14
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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797 – Esd 6:14 Esdras, el secreto del éxito. Y los ancianos de los judíos edificaban y prosperaban, conforme a la profecía del profeta Hageo y de Zacarías hijo de Iddo. Edificaron, pues, y terminaron, por orden del Dios de Israel, y por mandato de Ciro, de Darío, y de Artajerjes rey de Persia. Los judíos “Edificaban y prosperaban, conforme a la profecía del profeta Hageo y de Zacarías”. Estas palabras bien pueden tomarse como la clave de toda la situación, tal como se describe en los capítulos Esd 3:1-13 a Esd 6:1-22. Incluyendo a siervos y siervas, que habían subido con sus amos y amas, unos cuarenta y nueve mil aceptaron la propuesta de Ciro de abandonar su cautiverio y subir desde Babilonia a Jerusalén. Se consideraban bienaventurados, al oír un son tan gozoso. “Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro.” (Sal 89:15). I. La obra que debía llevarse a cabo. “Edificar la casa de Jehová, Dios de Israel” (Esd 1:3). Esta casa era para la honra de Dios: debía ser un testimonio para su santo Nombre. Podemos aprender de ello que es el deber primario de aquellos que han sido libertados de la esclavitud buscar que el nombre de Dios sea magnificado entre los paganos. Cada ser redimido debiera construir para sí una casa de testimonio. II. El comienzo hecho. Lo primero que hicieron fue poner el altar sobre su base (Esd 3:3). Comenzaron con el altar. Ésta es la base segura de toda obra aceptable para Dios. El altar de la Cruz de Cristo no está sobre su verdadera base cuando reposa sobre la sabiduría de los hombres y no sobre la sabiduría de Dios. La verdadera base de la Cruz de Cristo debe estar donde Dios la ha puesto, entre el pecado y la salvación. Luego ellos echaron los cimientos (Esd 3:10). Aquellos que echan los cimientos, y que prosiguen con la edificación antes que el altar de la Cruz sea puesto sobre su base correcta, están trabajando en vano y fuera de los propósitos de Dios en gracia. El cimiento de la casa de Dios se echa sobre la roca del sacrificio expiatorio de Cristo. El orden de Dios es, primero, reconciliación, y luego crecimiento espiritual, santidad progresiva. Después de esto alabaron al Señor (Esd 3:11). No fue un formal canto de los salmos, sino del estallido espontáneo de corazones llenos de gozo y de gratitud. “Entonces el pueblo gritó” (Jos 6:20). Es el resultado del método y espíritu correctos con los que se deben hacer la obra de Dios. III. Los adversarios. Cuando el pueblo de Dios comienza a clamar y a alabar, entonces es que el enemigo es movido a la envidia y a la oposición. “Los enemigos de Judá… vinieron… y les dijeron: Edificaremos con vosotros” (Esd 4:1-2). Como vieron que la obra seguía con éxito ellos querían también dar honra al Dios de Israel. Pero la respuesta de los que hacían la obra de Dios fue osada e inequívoca: “No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová” (Esd 4:3). No estaban dispuestos a entrar en yugo desigual con los incrédulos. ¿Qué parte tiene el creyente con el incrédulo? (2Co 6:14-16). Cuando vieron que no iban a tener ni parte ni suerte en el asunto, intentaron atemorizar al pueblo de Judá, “para que no edificara”, y “sobornaron además contra ellos a los consejeros para frustrar sus propósitos” (Esd 4:4-5). Los enemigos de Judá olvidaron que es el Dios soberano quien hace prosperar su obra. “Decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de sus manos.”(Is 3:10). IV. La interrupción temporal. “Entonces cesó la obra de la casa de Dios que estaba en Jerusalén” (Esd 4:24). Los malvados pueden tener su tiempo de triunfo, pero su tiempo es breve. ¿Cómo fue detenida la obra? Los “consejeros sobornados” escribieron una carta al nuevo rey de Persia, describiendo a Jerusalén como “ciudad rebelde y mala”, y que estaban reconstruyéndola con el propósito de volverse en contra de Babilonia. Al recibir esta carta, el rey investigó, y descubrió que “aquella