792 - Ezequías, el avivamiento. 2Cr 29:11.
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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792 - 2Cr 29:11 Ezequías, el avivamiento. Hijos míos, no os engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis, y seáis sus ministros, y le queméis incienso. El creyente que pueda verdaderamente manifestar y decir “Para mí el vivir es Cristo” (Fil 1:21), está revelando el cristianismo en su forma más sublime. El ritual y el dogma pueden tener su lugar, pero si la vida individual no se manifiesta en traer gloria a Dios y una eterna bendición en las vidas de los pecadores, somos nubes sin agua. Acaz el padre de Ezequías fue el clímax del pecado de la idolatría iniciado por Salomón. Acaz quebró los utensilios del templo, cerró el templo, y se hizo altares en todos los rincones de Jerusalén (1Re 11:4-8; 2Cr 28:24-25). Luego Ezequías “hizo lo recto ante los ojos de Jehová” (2Cr 29:2). A Ezequías se le conoce como el rey restaurador. El avivamiento de Ezequías fue el resultado de su propia fe en el Dios vivo, la fe que obra por amor. En la vida de Ezequías encontramos algunas lecciones útiles. I. Evidencias de que se necesitaba un avivamiento. 1. Cosas santas destrozadas. “Recogió Acaz los utensilios de la casa de Dios, y los quebró” (2Cr 28:24). Todos aquellos que tratan de arrojar descrédito sobre la Biblia están, a su propia manera, tratando de “quebrar” los utensilios de la Casa de Dios. Cada siervo de Dios es asimismo un utensilio en su Casa, y algunos siguen tratando, con la acerada lengua del escarnio y de la calumnia, quebrar su testimonio en pedazos. 2. Se cierra el camino de acceso. Acaz “cerró las puertas de la casa de Jehová” (2Cr 28:24). La puerta de la fe y de la oración es cerrada por la incredulidad de nuestros propios corazones. La puerta de la comunión con Dios puede quedar cerrada por nuestro amor a y deleite en las cosas que Él aborrece. La puerta del amor y de la luz de Dios puede quedar cerrada por nuestro propio orgullo y prejuicio. 3. La luz del testimonio es apagada. “Apagaron las lámparas” (2Cr 29:7). Las lámparas de Dios, encendidas con el aceite santo, se hicieron insoportables para los que amaban las tinieblas del error. El testimonio del cristiano es como una llama encendida y sostenida por el aceite del Espíritu Santo. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Ef 4:30). Es la obra del mundo, de la carne y del diablo apagar las lámparas de la verdad, y apagar la luz del testimonio, para que la tiniebla de la muerte y del abandono caiga sobre la Casa (Iglesia) de Dios. Fue triste la experiencia de las cinco vírgenes insensatas que se quedaron sin aceite para encender sus lámparas (Mt 25:10). 4. Se abandona la ofrenda del incienso. “No quemaron incienso” (2Cr 29:7). Cuando la lámpara del testimonio queda apagada, dejará pronto de darse la ofrenda del incienso de la oración y de la adoración. 5. Se apartaron del culto a Dios. “Nuestros padres se han rebelado, y… apartaron sus rostros del tabernáculo de Jehová, y le volvieron las espaldas” (2Cr 29:6). Hay una gran necesidad de avivamiento cuando la multitud le da la espalda a la Casa de Dios. “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.”(Jer 2:13). Las piedras pulidas, la madera tallada, y todo material refinado no pueden ejercer atracción ni cambio alguno para un alma hambrienta. Cristo asegura: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” (Jn 6:35). II. Evidencias de que había llegado un avivamiento. Hubo: 1. Una consagración personal. “[Ezequías] hizo lo recto ante los ojos de Jehová” (2Cr 29:2). Una cosa es orar por el avivamiento, y otra es entregarnos de corazón a Dios, para haya un avivamiento en nuestra vida cada día. Una lluvia venidera de bendición será de cierto anunciada por gotas que caigan sobre algún alma individual.