786 - David, ofrenda voluntaria a Dios. 1Cr 29:5.
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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786 – 1Cr 29:5 David, ofrenda voluntaria a Dios. oro, pues, para las cosas de oro, y plata para las cosas de plata, y para toda la obra de las manos de los artífices. ¿Y quién quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová? Es un gran privilegio poder servir en la obra de Dios. David tenía un ferviente deseo de edificar una casa al Señor, pero esto no le fue permitido porque había sido “hombre de guerra” (1Cr 28:2-3). La guerra y la adoración son dos cosas que no guardan fácil compañía. Aunque no le fue permitido edificar el templo, hizo grandes preparativos. David dio de su fortuna personal para el templo. Alentó a los demás para que siguieran su ejemplo, y lo hicieron con gusto. Recogió cien mil talentos de oro (casi 3. 500 toneladas) y un millón de talentos de plata (casi 35. 000 toneladas) (1Cr 22:14). No debería disminuir nuestro interés en la obra de Dios cuando no se nos permita hacer el trabajo que tanto deseamos. Algunos reducen sus esfuerzos por la causa de Cristo en su propio lugar porque no se les ha abierto el camino para salir al campo extranjero. Hay otros que si no se les pide que hagan alguna cosa grande, no harán nada. “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.” (1Co 15:58). I. La obra. David dijo: “La obra [es] grande; porque la casa no es para hombre, sino para Jehová Dios” (1Cr 29:1). La gloria no consiste en el carácter de la casa tanto como en el carácter del ocupante. “¿No sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1Co 6:19). Dios desea habitar en una casa digna de su Nombre grande y glorioso. En nuestro corazón. Ésta es una “obra grande”. Es la obra del Espíritu de Dios. Porque “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). II. El ejemplo. David dice: “Con todas mis fuerzas he preparado para la casa de mi Dios” (1Cr 29:2). David no se dirige al pueblo a llamarlos a que consagren su servicio al Señor antes de haberles dado un ejemplo digno. Luego afirma, “por cuanto tengo mi afecto en la casa de Dios… en mi tesoro particular… además de todas las cosas que he preparado para la casa del santuario, he dado para la casa de mi Dios” (1Cr 29:3). El don privado de David ascendía a tres mil talentos de oro (algo más de cien toneladas) y siete mil talentos de plata (casi 240 toneladas) (1Cr 29:4). Busco primeramente el Reino de Dios y su justicia (Mt 6:33). El Señor de David, nuestro Rey y Señor Jesucristo dio ejemplo. Cristo preparó con todas sus fuerzas para la nueva Casa Espiritual de Dios (2Co 5:1; 1Pe 2:5). Coloco sus afectos en esta gran obra (Ro 5:8). Nos dio de sus inescrutables riquezas de su gracia y padecimientos (Fil 4:19). Dejo ejemplo para que sigamos sus pisadas (1Pe 2:21) “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” (2Co 8:9). III. El llamamiento. David invita al pueblo a consagrarse al servicio de la obra de Dios preguntando:“¿quién quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová?” (1Cr 29:5). Era un llamamiento a dar a manos llenas y con corazones bien dispuestos. “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.” (2Co 9:7). Hay multitudes que siempre están listas a llenar sus manos con el servicio para sus propios fines personales, pero ¡cuán pocos los hay dispuestos a venir a Dios con sus manos llenas! Manos llenas que primero impliquen una total entrega de corazón. ¿Quién, pues, está dispuesto? Es un llamamiento al servicio voluntario y abnegado. Dios dio primero el ejemplo ofrendando a su Hijo Jesucristo para morir por nuestros pecados. ¡Gracias a Dios por su don inefable!