779 - Ezequías, un repentino llamamiento. 2Re 20:1
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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779 - 2Re 20:1 Ezequías, un repentino llamamiento. En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Algunos seres humanos se creen inmortales, eternos en esta tierra, y más aún cuando están en tiempo de prosperidad. Otros al conocer que van a morir dicen: “daría todo mi dinero para seguir viviendo.” Pero”está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,” (He 9:27). Veamos la reacción del rey Ezequías con la inesperada noticia de su pronta partida a la eternidad. I. Un solemne anuncio. “Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (2Re 20:1). Esta solemne declaración vino de manera repentina y sorprendente para el joven rey, tras una victoria tan maravillosa como la registrada en 2Re 19. Una gran prosperidad no es garantía de una larga vida. Algunas de las vidas más útiles y brillantes han sido breves. Uno de los deberes más urgentes en la vida es poner en orden la casa del corazón, el hogar, a fin de estar dispuestos para el gran cambio, que puede venirnos de manera inesperada como a Ezequías. El creyente no debe temer ya que tiene la eterna promesa: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.” (2Co 5:1). Para Ezequías su casa era la casa del reino. No tenía hijo sucesor, y debía ponerla en orden ya que tenemos responsabilidades en relación con nuestros sucesores. Nuestras acciones no son sepultadas junto con nuestros huesos. (2Re 4:1; Ap 14:13). II. Una oración ferviente. “Entonces el volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová… Y lloró Ezequías con gran llanto” (2Re 20:2-3). Solo había reinado quince años, y seguía siendo un hombre joven de solo treinta y nueve. Se sentía aún indispuesto a someterse de buena voluntad a este mandamiento de Dios. Al volver su rostro hacia la pared estaba volviendo la espalda a toda ayuda o esperanza humana, y echándose aturdido e impertinente a los pies de su Señor. Pero hay un tono egoísta y engreído en su petición, muy en contraste con la última oración registrada de él (2Re 19:15), en la que primero adora y ruega en nombre de Dios; aquí en su oración no adora a Dios y es en su propio nombre. “He andado delante de Ti en verdad y con íntegro corazón” (2Re 20:3), gime él, como si, debido a esto, su vida debiera serle prolongada. Aunque Ezequías luchaba en contra de la voluntad de Dios acerca de él (y lo cual creemos que constituyó su pecado), sin embargo, y al mismo tiempo, su oración exhibe una comunión con el Señor. Dios promete: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jer 33:3). III. Una respuesta desconsiderada. Antes que Isaías llegara fuera del atrio real llegó la respuesta abundante mucho más allá de lo que el moribundo rey había pedido. Iba a ser sanado, y se añadirían quince años a su vida; y la ciudad sería defendida “por amor de Mí mismo, y por amor a David mi siervo”; pero, observemos, no por causa de Ezequías (2Re 20:5-6). Dios afirma: “He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.” (Jer 33:6). Además, se lleva a cabo una obra milagrosa con “el reloj [de sol] de Acaz”, para dar seguridad a Ezequías (2Re 20:8-11). En esta sanidad podemos decir que hay una ironía, santo y divino sarcasmo porque Ezequías se volvió orgulloso: “Mas Ezequías no correspondió al bien que le había sido hecho, sino que se enalteció su corazón, y vino la ira contra él, y contra Judá y Jerusalén.” (2Cr 32:25). Ezequías fue desconsiderado al decir: “La palabra de Jehová… es buena” en tanto que hubiera “paz y seguridad en mis días” (2Re 20:19). IV. Una consecuencia dolorosa. Si los quince años añadidos a su vida le hubieran sido dados como bendición, indudablemente habría habido mucha bendición en ellos; en cambio,