772 - Eliseo y los cuatro leprosos. 2Re 7:3.

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

772 – 2Re 7:3 Eliseo y los cuatro leprosos. Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos? El rey de Siria sitio a Samaria y hubo gran hambre en Samaria que una cabeza casi sin carne de un asno se vendía por ochenta piezas de plata, y algunas mujeres llegaron al extremo de cocer y comer a sus propios hijos (2Re 6:25-29). El rey de Israel culpó a Eliseo del hambre y dijo:” Así me haga Dios, y aun me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda sobre él hoy.” (2Re 6:31). Toda la ciudad estaba bajo una terrible nube de muerte, cuando de repente se oyó un mensaje de esperanza y salvación de parte de Dios a través de Eliseo diciendo: “Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo” (2Re 7:1). Éste era el Evangelio de Dios para un pueblo que estaba muriendo de hambre. Pero un príncipe que escuchó la buena nueva no creyó y Eliseo le dijo:”He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.”(2Re 7:2). Entonces, ¿quién iba a creer en este anuncio? El mensaje no fue revelado a la razón, sino a la fe. Así es con el Evangelio de la salvación. ¡Cree, y verás! Pero ¡Cómo iba la noticia a extenderse entre los hambrientos habitantes! Veamos como Dios usó a cuatro leprosos para predicar las buenas nuevas. I. La condición extrema. “Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos” (2Re 7:3a). El estado de ellos, como sucede en el caso de todos los que están fuera de la gracia salvadora del Reino de Dios, es lastimoso en extremo. Eran inmundos; expulsados de la sociedad; impotentes, sin esperanza; a punto de morir de hambre, al no recibir comida de la ciudad azotada por el hambre. Cristo promete: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” (Jn 6:35). II. La gran ansiedad de los leprosos. “¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos?” (2Re 7:3b). Se conformaban con las cosas como venían, pero ahora entienden que su indiferencia los llevará a la muerte y dicen: “Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.” (2Re 7:4). La única vía de escape era pasarse “al campamento de los sirios”, porque tenían comida, y lo hicieron. La salvación del pecado, y de la muerte que es el salario del pecado (Ro 6:23), no está lejos de quienes la buscan y se preguntan: “¿Qué debo hacer para ser salvo? Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.”(Hch 16:30-31). III. La puerta estrecha de salvación. Los cuatro leprosos “llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie” (2Re 7:5-7). Encontraron una salvación plena y libre. “Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército” (2Re 7:6). Para Dios es fácil herir y hacer huir a sus enemigos con el temor de la muerte cuando nadie les persigue. “Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león.” (Pr 28:1). Cuando nosotros, como estos leprosos, entramos por la puerta estrecha que nos es abierta, encontraremos, como ellos, que somos salvados por el juicio y la misericordia de Dios (Mt 7:13-14). IV. Una conducta egoísta (2Re 7:8). “Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron.” La conducta de estos leprosos, parecida a la avaricia de Giezi, fue censurable. Comieron y bebieron, y comenzaron a ocultar tesoros para sí mismos. ¡Igual sucede con muchos creyentes que no van más allá de la experiencia de comer, beber y esconder para sí. Todo para el yo,