767 - Eliseo y la muerte en la olla. 2Re 4:40

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

767 – 2Re 4:40 Eliseo y la muerte en la olla. Después sirvió para que comieran los hombres; pero sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron diciendo: ¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo pudieron comer. Cada una de las cuatro narraciones en 2Reyes 4 comienza con un problema que se resuelve por medio de la intervención de Divina. Todas demuestran cómo Dios y su palabra mejoran la vida: La viuda endeudada con pobreza extrema es liberada de toda deuda, de la muerte del hijo de la sunamita a la vida, del alimento envenenado a comida saludable y de hambre a sobreabundancia. Cada evento trata de la vida rescatada de la muerte; la desesperación se transforma en esperanza. En los cuatro casos la vida es amenazada por algo: por tragedia económica y esclavitud, por la muerte del unigénito nacido por la intervención de Dios, por hambre y veneno y por la escasez de alimentos. En cada caso el poder de Dios a través del profeta Eliseo penetra la desesperanza y la rompe en pedazos con la palabra de vida. Dios suple cada necesidad: dinero para la viuda pobre, un hijo para un matrimonio sin hijos, guisado y pan para los hambrientos. “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,” (1Pe 1:3). I. Gran hambre en la tierra. “Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él, por lo que dijo a su criado: Pon una olla grande, y haz potaje para los hijos de los profetas.” (2Re 4:38). Eliseo regreso a Gilgal, desde donde había iniciado su memorable viaje con Elías (2Re 2:1). Los hijos de los profetas “están con él”, y aunque había “ una gran hambre en la tierra”, no parecía haber hambre en sus almas. Después que Eliseo hubo acabado su clase a los estudiantes, dijo a su siervo: “Pon una olla grande”. Como “toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar”, (2Ti 3:16) podemos buscar una ilustración de la fe en la milagrosa sanidad del alimento venenoso. II. La gran olla. Es como símbolo de la fe entregada a los santos una vez por todas: 1. Era de propiedad común. Pertenecía a toda la escuela de los profetas, y todos estaban obligados a su cuidado. A todo creyente se le ha entregado el ministerio de la reconciliación (2Co 5:18-20). 2. Era el centro del interés común. Todos recibían alimento de la misma olla. Lo que la gran olla significaba para sus estómagos vacíos debería serlo el Evangelio de Dios para nuestras almas hambrientas. Solo el Evangelio sacia el hambre espiritual. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” (Mt 5:6). III. La muerte en la olla. “¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla!” El veneno de la muerte había entrado en la olla, aunque: 1. Fue introducido sin intención. El criado salió y llenó su falda de calabazas silvestres; y las cortó en la olla del potaje, pues no sabía lo que era. (2Re 4:39). Es como no tener discernimiento del bien y el mal ante una falsa doctrina (He 5:11-14). 2. Dañó lo que estaba en la olla. Habían, muchas cosas buenas y saludables en la gran olla, pero cuando se introdujo el veneno, vició todo lo que estaba en ella. Muchas manzanas buenas no sanan una manzana dañada pero ella si daña a las buenas (Hageo 2:11-14; 1Co 10:23; 15:33). ¿Nos asombramos como las verdades del Evangelio están siendo dañadas con nuevas y venenosas calabazas silvestres de teorías, estrategias, rituales e introducidas en el ministerio del Evangelio? El Evangelio nunca será ayudado por nosotros colocar en él cosas del mundo. “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.” (1Co 1:18; 2Pe 2:1-2). 3. Interrumpió la comida. Al descubrir el veneno dejaron de comer. ¿Quién podrá jamás dar satisfacción a su conciencia con un Evangelio envenenado? “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño,