761 - Elías y Cristo. 2Re 2:1

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

761 – 2Re 2:1 Elías y Cristo. Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. Elías fue llevado a los cielos sin morir. Es la segunda persona en las Escrituras que tuvo esa experiencia. Enoc fue el primero (Gn 5:21-24; He 11:5). La forma de la partida de Elías nos recuerda poderosamente a nuestro Señor Jesucristo, y nos conduce a pensar en otros puntos de semejanza entre ambos. “Y aconteció que bendiciéndolos, [Cristo] se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.”(Lc 24:51). I. En el carácter de su ministerio. Como nuestro Salvador, Elías estuvo muy solo en el ministerio. Ambos tenían un mensaje concreto de parte de Dios, ambos tenían poder para cerrar o abrir el cielo. Elías, como nuestro Señor, fue contado como enemigo por su pueblo que vino a ayudar (Jn 1:11). Ambos fueron menospreciados a la vez que temidos. El ministerio de Elías, como el de Cristo, comenzó presentándose con un carácter hasta entonces desconocido (1Re 17:1), y terminó con un arrebatamiento. “Y [Cristo] el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. (Mr 16:19). II. En su gloriosa perspectiva. Elías sabía que iba a ser tomado repentinamente al cielo por un torbellino (2Re 2:1-2). Tenía la bienaventurada esperanza de pasar, en forma corporal, al Reino del cielo. Jesucristo después de haber pasado el Jordán de la muerte le dijo a María: “Suéltame, porque aún no he subido a mi Padre” (Jn 20:17). ¿No es ésta la mayor esperanza del creyente? “No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta;… nosotros seremos transformados; porque es necesario que… esto mortal sea vestido de inmortalidad” (1Co 15:51-53). “Y todo aquel que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro” (1Jn 3:3). III. En su victoria sobre el Jordán. Las profundas y oscuras aguas del Jordán corrían entre Él y el lugar de su gloriosa ascensión a la mansión celestial. Fueron divididas aquí y allí cuando fueron golpeadas con su manto. El manto era el símbolo del oficio profético transformado en un arma del poder divino. Jesucristo venció el Jordán de la muerte golpeándolo con el manto de su cuerpo sagrado. “Te vieron las aguas, oh Dios; las aguas te vieron, y temieron; los abismos también se estremecieron.” (Sal 77:16; 114:3). Por medio de su muerte en la cruz las aguas de la muerte huyeron, y temieron las profundidades del infierno. IV. En su relación con sus seguidores. “Y pasaron ambos por lo seco”. Elías y su sucesor pasaron juntos el Jordán. Eliseo descendió con su amo, y, por el momento, fue sepultado juntamente con él en esta sepultura recién hecha. Si se hubiera detenido antes de esto, se habría perdido la “doble porción”. Debemos ser plantados juntamente en la semejanza de la muerte de Cristo si queremos serlo también en la semejanza de su resurrección (Ro 6:5-6). El Yo debe descender a la muerte con Cristo si queremos resucitar en novedad de vida, vestidos con su manto de autoridad divina (Gá 2:20-21; 5:24). V. En su ofrenda llena de gracia. “Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti” (2Re 2:9). Elías está a punto de ascender al cielo, pero antes de irse abre, por así decir, la puerta del cielo con sus tesoros y la oportunidad a su siervo de “pedir lo que quiera”. Esto lo hizo Cristo cuando prometió el Espíritu Santo a sus discípulos antes que fuera quitado de entre ellos. Así como Elías tenía que partir antes de poder enviar el manto, así Cristo tenía que partir antes que el Espíritu pudiera ser dado. Jesucristo dijo: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.” (Jn 16:7). En la promesa del Espíritu Santo, Cristo fue como Elías, poniendo al alcance de sus seguidores está posibilidad: “Pedid todo lo que queráis, y os será hecho” (Jn 15:7).