755 - Acab, libra al anatema. 1Re 20:34

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

755 – 1Re 20:34 Acab, libra al anatema. Y le dijo Ben-adad: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria. Y yo, dijo Acab, te dejaré partir con este pacto. Hizo, pues, pacto con él, y le dejó ir. El rey de Siria, Ben-adad reúne un gran ejército y sitió a Samaría, capital de Israel. Dios envía un profeta anónimo a decir al rey Acab: “Así ha dicho Jehová: ¿Has visto esta gran multitud? He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy Jehová.”(1Re 20:13). Acab obedece las instrucciones de Dios, y vence al ejército de Siria (1Re 20:21). La causa de la derrota del inmenso ejército sirio fue una negación de Dios. Ellos no creían que el Dios de Israel tuviera poder alguno en los valles (1Re 20:23, 28). Una idea imperfecta y falsa de Dios ha sido, y sigue siendo, fuente de ruina para muchos. “El pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará.” (Dn 11:32). Para el creyente, Dios es el Dios de cada monte y de cada valle de su vida diaria. Pasado un año Ben-adad vuelve a pelear contra Acab, y Dios libra nuevamente a Israel (1Re 20:29). Acab trata con misericordia al rey anatema.Y ¿Qué dirá Dios? Veamos: I. Una condición miserable. El rey Ben-adad: “Se escondía de aposento en aposento” (1Re 20:30), como consciente del peligro, y buscando refugio, pero no encontraba lugar de reposo. ¡Parecido a un pecador corriendo de placer en placer, buscando reposo y alivio para su alma perturbada, pero no logrando salvación alguna! Dios “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). II. Una proclamación esperanzada. “Hemos oído de los reyes de la casa de Israel, que son reyes clementes” (1Re 20:31). Estos siervos que habían oído estas buenas nuevas no las ocultaron al ansioso Ben-adad, sino que se las comunicaron en el acto. ¿No hemos oído nosotros que el Rey del Cielo es clemente, y que “se deleita en misericordia, y está pronto a perdonar”? ¿Estamos ocultando las buenas nuevas de salvación a las almas sedientas como los cuatro leprosos samaritanos (2Re 7:8-10)? III. Una intercesión con propia humillación. “Ciñeron, pues, sus lomos con cilicio, y pusieron cuerdas sobre sus cabezas, y vinieron al rey de Israel y le dijeron: Tu siervo Ben-adad dice: Te ruego que viva mi alma” (1Re 20:32). Al interceder por Ben-adad estaban intercediendo por uno que había perdido el derecho a vivir por su abierta rebelión. Aquellos intercesores se identificaron con el culpable por el que intercedían. Los creyentes debemos orar por los que no conocen a Dios y estar “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;” (Ef 6:18). IV. Una revelación alentadora. Acab respondió: “Si él [Ben-adad] vive aún, mi hermano es.” (1Re 20:32). Cuando Acab llamó “hermano” a aquel que había sido su enemigo, fue como abrir de par en par la puerta de la gracia y de la misericordia a los intercesores. Ellos tomaron la palabra de Acab y sacaron provecho diciendo: “Tu hermano Ben-adad vive. Y él [Acab] dijo: Id y traedle.” Estos impíos dan ejemplo de interceder por los enemigos de Dios, buscando su perdón y reconciliación. Creyente, ve tú y has lo mismo. V. Una reconciliación pacífica. Acab recibió a Ben-Adad “Y Él le hizo subir en un carro” (1Re 20:33). Poco antes estaba luchando contra el rey de Israel, y ahora ha sido reconciliado con Él, teniendo comunión con Él en su propio carro. ¿Qué dirá Dios? “porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial?.” (2Co 6:15). VI. Restitución voluntaria. “Le dijo Ben-adad: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré” (1Re 20:34). Ahora “salvo por la gracia”, devuelve a Acab lo que le había sido quitado.