753 - Elías, el reprendido. 1Re 19:9
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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753 – 1Re 19:9 Elías, el reprendido. Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? Fortalecido con aquella comida, Elías alcanzó llegar a “Horeb, el monte de Dios” Y allí se metió en una cueva. “Los que esperan en Jehová… caminarán, y no se fatigarán” (Is 40:31). Horeb era recordado como el monte de la revelación de Dios, porque fue allí que Moisés vio la zarza que ardía sin consumirse, encendida con el fuego divino; allí fue promulgada la ley con sus terribles manifestaciones, y quizá fue en esta misma cueva en la que estuvo Moisés mientras pasaba la gloria de la misericordia de Dios (Éx 33:1-23). Elías debió tener recuerdos memorables de estos santos eventos. ¿Habrá alguna manifestación de la presencia divina para él? ¡Lo cierto es que ha acudido aquí a encontrarse con Dios! Si acudieramos a la “casa de Dios” como Elías fue al “monte de Dios”, ¡qué señales y maravillas se obrarían! I. Una pregunta escudriñadora. Dios se encontró con su siervo, Elías, en el momento de mayor desánimo y desesperanza y le pregunta: “¿Qué haces aquí, Elías?” (1Re 19:9). Con esta pregunta, ¿estaba el Señor demandándole firmemente por qué él estaba allí en Horeb y en una cueva, en lugar de estar exhortando a la nación a mantenerse firmes en Dios, o era quizá una pregunta llena de gracia y ternura, para que Elías expresara sus necesidades y temores? Dios siempre va a la raíz del asunto y trata con los motivos que nos animan. Las preguntas divinas van acompañadas de maravillosas revelaciones (Gn 32:27; Éx 4:2). II. Una respuesta honrada. Elías responde: “He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos;… y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (1Re 19:10). Todos los que quieran servir fielmente al Señor tendrán que responder a muchas preguntas que van a lo profundo del corazón. Como defensa, la respuesta de Elías era muy deficiente, pero como confesión era sencilla y sincera. Elías estaba creyendo una gran mentira: “Estoy absolutamente solo. Yo soy la única voz que le queda a Dios. ¡Y quieren quitarme la vida!”. El que está deprimido, estresado, desanimado siempre se siente solo. Charles Spurgeón en su libro “Discurso a mis estudiantes” dedica un capítulo al desánimo de los ministros de Dios. Dice: “Que nadie, por lo menos de los que aman la tranquilidad de su espíritu, y buscan las dulzuras de una vida exenta de zozobras, ingrese al ministerio; pues si así lo hace, tendrá que abandonarlo lleno de disgusto.” III. Una maravillosa manifestación. Ahora vino el llamamiento divino: “Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová” (1Re 19:11). Dios le dice: Elías sal de la cueva, allí hay mucha oscuridad, ven a la luz. La presencia de Dios no estaba en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego. Su voz vino en una suave brisa. Elías estaba deprimido necesitaba un silbo apacible y delicado. El poderoso viento de las palabras, el terremoto de los argumentos, y el fuego del entusiasmo pueden lograr cosas poderosas, pero si está ausente el silbo apacible y delicado del Señor, el Espíritu Santo, no hay mensaje de Dios para las almas sedientas, ansiosas, desanimadas de los hombres. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Zc 4:6). El salmista resume a la mente estresada, deprimidad diciendo: “Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza; pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste a abundancia.”(Sal 66:12). La prueba no es eterna, finaliza con la fuerza más poderosa de todas el “silbo apacible y delicado” del Espíritu Santo que susurra la Palabra de Dios en el corazón atento. Jesucristo afirma: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna” (Jn 10:27-28). IV. Un poderoso efecto. “Cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió” (1Re 19:13). Dios saca a Elías de las profundidades de la cueva del desánimo, la depresión.