752 - Elías, el angustiado. 1Re 19:4
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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752 – 1Re 19:4 Elías, el angustiado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Alguien dijo: “Los hombres grandes no siempre son sabios”. La Biblia presenta la vida de los grandes hombres con todas las arrugas y verrugas para que evitemos sus errores. Elías fracasó precisamente en este punto en que habríamos esperado que tomara una actitud inamovible. Pero es bueno que conozcamos que los mayores siervos de Dios fueron hombres con pies de barro y “de sentimientos semejantes a los nuestros”. Así como ellos participaban de nuestra débil naturaleza y pasiones, así nosotros podemos ser hechos partícipes de sus virtudes y glorias. Todas las cosas son posibles para el que cree. I. Una huida cobarde. “Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas.” (1Re 19:1). Jezabel, la esposa dominante, toma el control enviando un mensaje a Elías diciendo: “Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos.” (1Re 19:2). Elías esperaba en las puertas del palacio un mensaje de felicitación pero “Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado.” (1Re 19:3). Elías agotado y frustrado, perdió la visión, se olvida de Dios, de la necesidad en Israel de un líder espiritual, y se dedica a proteger su vida. Nuestros padres enseñaban: “Hijo, si una mula te patea, no dejes que eso te preocupe. Simplemente, piensa de dónde vino la patada”. Si usted es pateado por una persona carnal, piense de dónde vino la patada, y que toda rodilla se doblará delante de Dios. Elías por la fe fue valiente delante de Acab y de los profetas de Baal; por temor huyó al extremo sur del país, por las vanas amenazas de una mujer atea e idolatra. ¡Cómo han caído los fuertes! “El que piensa estar firme, mire que no caiga”. (1Co 10:12). “Mayor es el que está en vosotros” (1Jn 4:4). Elías huyó como dice Salomón: “mejor es perro vivo que león muerto.” (Ecl 9:4). II. Un clamor sin esperanza. Elías: “Deseando morirse, dijo: Basta ya” (1Re 19:4). Al apartamos de la ruta de la voluntad y propósito de Dios, las ruedas de nuestros carros se atascarán en el lodo. Moisés, Jonás, Pablo, Jeremías, Job desanimados hicieron la misma oración (Nm 11:15; Job 3:3; Jer 20:14; Jonás 4:3; 2Co 1:8). Pero Pablo animado por un espíritu muy diferente escribió: “Pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros” (Fil 1:24). Israel tenía una necesidad inmensa de Elías, aquel mismo hombre que tenía su vida como algo sin valor. Mientras permanecemos vivos sirvamos en la obra de Dios. III. Un toque de gracia. “Y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come” (1Re 19:5). El misericordioso Señor de Elías y nuestro no le envió un mensajero para golpearlo ni para reprenderlo por su temor. Envió un ángel para ayudar a su cansado y desalentado hijo quien le dijo: “Levántate y come”. La terrible tensión del Carmel, la fatigosa huida delante de Jezabel, la larga caminata al desierto, habían causado en Elías un agotamiento físico y mental. El remedio dado por Dios fue “una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua”. Dios conoce la fragilidad de nuestro ser (Jn 21:9-12). El Espíritu Santo, despierta a los abatidos hijos de Dios, para invitarlos a levantarse y a comer del que afirma: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” (Jn 6:35). IV. Un maravilloso descubrimiento. “Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y comió y bebió, y volvió a dormirse” (1Re 19:6). Para cada alma despertada por el Espíritu Santo hay un banquete milagroso que le espera, y del que tiene necesidad. Y no fue desobediente al toque celestial.