751 - Elías, el intercesor. 1Re 18:41.

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

751 – 1Re 18:41 Elías, el intercesor. Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye. El descenso del fuego del Señor desde el cielo, y la disminución de los profetas de Baal, habían detenido de manera eficaz la creciente marea de idolatría que amenazaba con trastornar toda la nación. Ahora que el pueblo estaba sobre sus rostros confesando que “Jehová es el Dios” (1Re 18:39), se avecinan lluvias de bendición. El oído de Elías es el primero en discernir el “rumor de una gran lluvia”. Para algunos los tiempos de refrigerio de la presencia del Señor no significan nada más que comida y bebida: disfrute personal. Para Elías se trataba de algo muy diferente. Para él el sonido de la bendición venidera era un llamamiento urgente a la oración. “Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias.” (Sal 34:17). I. Oró con fe. “Oyó el rumor de una gran lluvia” (1Re 18:41). El rumor puede haber sido el de la segura promesa de Dios retumbando en su alma: “Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz de la tierra.” (1Re 18:1). Así viene la fe con esta manera de oír: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Ro 10:17). El secreto de una fe valiente reside en el oír con fe. Cuando el oír de la fe es duro, los pies del servicio serán lentos y la lengua del testimonio tartamudeará. Para prevalecer en oración, escuchad la Palabra del Señor. “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1Jn 5:5). Por lo tanto: “Orad sin cesar.”(1Ts 5:17). II. Oró humildemente. “Postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas” (1Re 18:42). El creyente más valeroso delante de los hombres será el más humilde delante de Dios. Humillarnos será la mejor forma de prepararnos para el cumplimiento de la promesa de Dios. El mayor de todos en el reino de los cielos puede ser el más pequeño a los ojos de los hombres (Mt 18:4). El mayor de todos los amos fue el más humilde de todos los siervos (Fil 2:5-8). El que no podía levantar su rostro recibió la bendición de Dios (Lc 18:13). “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.” (Stg 4:10). “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.” (Sal 95:6). III. Oró con perseverancia. Elías “dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él se lo volvió a decir” (1Re 18:43). Elías había oído el son de una abundancia que se avecinaba, pero su siervo no podía ver nada. No es fácil ver aquello que por ahora solo puede ser captado por la fe. Pero aunque no se pudiera ver nada, no por ello se desalentó el profeta, diciéndole “siete veces” que fuera a mirar. Tenía la palabra segura de la promesa de Dios, y siguió creyendo y rogando aunque todas las apariencias estaban en contra de él. Como Jacob, no dejará hasta que llegue la bendición (Gn 32:26). Elías anduvo por la fe, mientras que su siervo andaba por la vista. Los ruegos importunos de la fe nunca volverán de vacío (Lc 18:1-43). David perseveró orando y mientras esperaba oraba y oraba: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.”(Sal 40:1). IV. Oró de un modo concreto. “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.” (Stg 5:17-18). Elías oró pidiendo lluvia. Este poderoso hombre de Dios nunca parecía tener en su aljaba más que una flecha a la vez. Las oraciones prevalecientes han sido siempre concretas. David dijo: “De mañana presentaré [pondré en orden una flecha en el arco] mi petición delante de Ti, y esperaré”, aguardando la respuesta confiadamente (Sal 5:3). La oración general es generalmente impotente. ¿Quién acudiría en presencia de un rey terreno con un montón de generalidades, ninguna de las cuales se desea o espera de inmediato?