749 - Elías, reviviendo al hijo de la viuda. 1Re 17:22.

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

749 – 1Re 17:22 Elías, reviviendo al hijo de la viuda. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió. Había muchas viudas en Israel en tiempos de Elías, pero a ninguna de ellas fue enviado, sino a esta viuda gentil en una ciudad de Sidón. ¿Por qué se refirió nuestro Señor a esto en el momento en que lo hizo (Lc 4:25-27)? Para enseñar que la salvación está disponible para todos, judíos y gentiles, y que es por medio de la gracia de Dios, que se deleita en escoger a lo necio, lo débil, lo menospreciado y a los indignos (1Co 1:27-28). Fue maravilloso lo que Dios hizo con la viuda de Sarepta [casa de prueba], no solo supliendo sus necesidades diarias, sino también reviviendo a su hijo de entre los muertos. ¿Qué nos ha enseñado la gracia de Dios que se ha manifestado para ofrecer salvación a todos los hombres? (Tit 2:11-12). I. Una fuerte prueba. “Cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento” (1Re 17:17). La luz de sus ojos, la alegría de su corazón y la esperanza de su vida futura había quedado repentinamente cortada. Se sienta con el hijo muerto en “Su regazo” (1Re 17:19), pero aun el calor natural del corazón de una madre no puede hacer revivir el alma de un hijo. Tampoco es posible con la fuerza del afecto natural, devolver a la vida a nuestros seres queridos que están muertos en sus pecados. La respuesta de Jesucristo es: “porque separados de mí nada podéis hacer.” (Jn 15:5). II. Una amarga queja. La viuda dijo a Elías; “¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?” (1Re 17:18). La muerte del niño trajo tristes recuerdos del pasado. La Biblia no dice cual era el pecado. Puede que estuviera relacionado con el nacimiento del hijo. Es algo terrible ver la pecaminosidad propia bajo la luz de la gran bondad de Dios. Simón Pedro reconoció su pecado y dijo: “Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (Lc 5:8), pero es peor recordar después de muerto, en el hades, los pecados propios como en el caso del rico, cuando ya no hay esperanza (Lc 16:25). Mientras vivimos tenemos “la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos” (Tito1:2). Esta promesa es gratis. Cristo promete: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”(Jn 11:25). III. Una petición llena de gracia. “Él le dijo: Dame acá tu hijo” (1Re 17:19). Aunque las duras palabras de la afligida mujer, acosada por su pecado, deben haber herido profundamente el corazón del “varón de Dios”, sin embargo no demuestra impaciencia alguna. No se queja, sino que con la ternura de un padre y con la fe de un gigante surgido del cielo, le dice: “Dame acá tu hijo”, y tomó al muchacho muerto “de su regazo”. ¡Oh, varón de Dios! ¿qué puedes hacer por los muertos? Por lo menos, predica el evangelio, y orar por: los enfermos, los muertos espirituales, y la iglesia dormida: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.” (Mt 10:8). IV. Un lugar de bendición. “Y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama” (1Re 17:19). El aposento debió ser un lugar en apariencia muy humilde, pero para este profeta, sacerdote y príncipe era el “Lugar Santísimo”, la cámara de audiencia del Príncipe de la Vida y de Gloria. La ventanilla de este aposento miraba a la sala del trono del Eterno. Bienaventurado el hombre cuyo aposento está lleno del calor del aliento, la presencia de Dios. “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” (Mt 6:6). Porque tenemos un sumo sacerdote [Jesucristo]: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”(He 4:16). V. Una oración que prevalece.