736 - Salomón, la bendición plena. 1Re 4:29
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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736 - 1Re 4:29 Salomón, la bendición plena. Y Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar. Si Dios te dice: “Pide lo que quieras que Yo te dé”. ¿Qué pedirías? Dinero, un carro nuevo, una gran casa. Esa fue la pregunta especial que Dios hizo a Salomón. Estos especiales privilegios, cargados de posibilidades omnipotentes y eternas, no se ponen generalmente al alcance de ninguno de los siervos de Dios sin algún preparativo inusualmente solemnes. Pero cuáles fueron las cualidades que cumplió Salomón para que Dios le diera tan grande oportunidad. De Salomón se dijo: Betsabé “dio a luz un hijo, y llamó su nombre Salomón, al cual amó Jehová” (2Sa 12:24), y “Salomón amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David” (1Re 3:3). El amor de Dios para con nosotros debería despertar en nosotros nuestro amor a Él. “Nosotros le amamos a Él, porque ÉL nos amó primero.”(1Jn 4:19). Salomón había ido a Gabaón, un viaje de once kilómetros, y dedicó un tiempo largo y solemne a ofrendar grandes sacrificios. “Mil holocaustos” puso él en el altar (1Re 3:4). Salomón llevaba una vida de santidad, y al acostarse aquella noche a dormir, con un profundo sentimiento de su propia debilidad e indignidad, Dios se le apareció en un sueño, con una oferta tal de gracia que cubría todas sus necesidades. Fue excepcional la oportunidad para Salomón cuando Dios le dijo: “Pide lo que quieras que Yo te dé”. Si queremos recibir honra de Dios, debemos entonces honrarle a Él con nuestras almas y posesiones. Veamos qué eligió Salomón: I. La oferta divina. “Pide lo que quieras que Yo te dé” (1Re 3:5). Pensemos por un momento quién es el que hace esta oferta. Este “Yo” es el Yo que llena la eternidad. Es la oferta de Aquel que es Creador y Dueño de todo, cuyo Nombre es Santo, y cuya naturaleza es Amor. Piensa otra vez en la abundante generosidad de la oferta. “Que Yo te dé.” Solo se precisa de una oportunidad así para enriquecer un alma para el tiempo y para la eternidad. Al hacer este ofrecimiento, Dios estaba poniendo, por así decirlo, toda la riqueza de su Carácter Divino y Reino a los pies de Salomón, para que él pudiera ser llenado de toda la plenitud de Dios. Pero ¿a nosotros el Señor nos hace una oferta así? Sí, y más aún, porque en el don, en el regalo de su Hijo Jesucristo tenemos toda la abundancia de “Sus inescrutables riquezas” (Ef 3:8), continuamente en nosotros para que de ellas nos apropiemos a diario “que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col 1:27). Incluso sin pedirlas, sí, aun cuando éramos pecadores, Él nos lo dio todo al morir por nosotros. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Ro 5:8). Por lo tanto, “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?” (Ro 8:32). II. La sabia elección. La elección de Salomón fue: “Da, pues, a tu siervo corazón entendido” (1Re 3:9). No fue suficiente que tuviera la oportunidad de escoger; tenía que decidirse y hacer su petición. Cada oidor del Evangelio tiene la oportunidad de tomar una decisión así, pero muy pocos hacen como Salomón, y buscan un corazón oidor. La elección de Salomón fue sabia porque: 1. Cubría toda su necesidad (1Re 3:7-8). Un corazón pronto a oír las palabras conductoras y consoladoras de Dios le fortalecería y sostendría, como un “niño” establecido por la gracia de Dios “en medio de tu pueblo… un pueblo grande”. Si alguno carece de sabiduría, pídala a Dios (Stg 1:5). “Cristo [es] poder de Dios, y sabiduría de Dios.” (1Co 1:24). Al escogerlo a Él escogemos a Aquel que cubre todas nuestras necesidades. 2. Complacía a Dios (1Re 3:10). Dios se complació porque lo que había pedido Salomón no era para un disfrute egoísta, sino para su honra y para el bien de su pueblo. Siempre pedimos mal cuando deseamos consumirlo en nuestros propios placeres porqué “Pedís,