723 - Saúl, el suicida. 1Sa 31:4
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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723 – 1Sa 31:4 Saúl, el suicida. Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería, porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella. El camino de los transgresores es duro. Los treinta y siete años que transcurrieron entre el primer fracaso de Saúl por su pecaminosa impaciencia en Gilgal y su trágico fin en el Monte Gilboa fueron muy llenos de acontecimientos, mayormente debido a la extrema tristeza y agitación que sufría. Es algo terrible estar fuera de armonía con el Dios santo y misericordioso. Saúl se fue triste como el joven rico (Mt 19:22) no fue despedido. Su decisión de no seguir al Señor fue su propia y deliberada elección. Al apartarse de Aquel que es la Luz, de Cristo, ¿a qué otro lugar podemos ir sino a las tinieblas? (1Jn 1:7; 2:9). I. Su corazón tembloroso. “Cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera” (1Sa 28:5). Samuel había muerto, el Espíritu de poder y de consolación lo había abandonado (1Sa 16:14); David seguía siendo un fugitivo; y los filisteos iban aumentando en número y en poder. El pobre, desolado y auto confiado corazón de Saúl comenzó a ceder. ¿Qué hay en nosotros, aparte de la gracia de Dios, para sustentarnos cuando llegan las tormentas? “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.” (Ro 7:18). No hay nada en nosotros que pueda igualar, menos superar, el Espíritu Santo de Dios. Nuestra propia sabiduría, fortaleza y vigor juvenil son unos pobres sustitutos de la “armadura de Dios”. “Sin Mí nada podéis hacer” (Jn 15:5). II. Su cielo de bronce. “Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió” (1Sa 28:6). ¡Un corazón atemorizado y un cielo silencioso con nubes de bronce! ¡Qué situación para un hombre que había sido en el pasado partícipe del Espíritu Santo y compañero de los profetas! Hay ocasiones y circunstancias en que Dios cerrará totalmente sus oídos a nuestros ruegos: “Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán.” (Pr 1:28). Si acariciamos la iniquidad en nuestro corazón, el Señor no oirá (Is 1:15-18). El pecado no confesado impedirá nuestra comunión con Dios (1Jn 1:10). “Cuidémonos de que no haya en nosotros un corazón malo de incredulidad para apartarnos del Dios vivo” (He 3:12). III. Su clamor desesperado. Saúl, al encontrar cerrada la puerta del cielo, se vuelve en su desesperación al terrible pero inútil recurso que él había eliminado:La hechicería (1Sa 28:3). “Nadie puede bendecir al que Dios ha maldecido”. A la mujer de Endor le dijo: “Hazme venir a Samuel” (1Sa 28:11). Palabras enfáticas en el original hebreo, que revelan una enorme ansiedad y determinación. En la amargura de su alma anhela una breve entrevista con aquel que tenía poder para con Dios. ¡Tan solo una palabra más de aquel que derramó sobre mi cabeza el aceite de la unción! ¿Qué valor le estamos dando ahora a nuestros privilegios recibidos de Dios? “Andad entretanto que tenéis luz” (Jn 12:35). Los que se apartan de la verdad de Dios serán ciertamente engañados creyendo una mentira (2Ts 2:11-12). “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” (1Ti 4:16). IV. Sus arruinadas expectativas. La reaparición de Samuel no le dio alivio alguno ni consolación al desolado rey; solo sirvió para romper la última cuerda de esperanza. El mensaje de Samuel resultó ser solo la campanada de muertos para Saúl: “Jehová entregará a Israel y a ti mismo en manos de los filisteos” (1Sa 28:19). Era Samuel con el mensaje del omnisciente Dios; acá para condenación de Saúl, en Mt 17:3-5 Moisés y Elías para bendecir y fortalecer a su Hijo amado. El sol de la prosperidad de Saúl se eclipsó al desobedecer “la Palabra de Jehová” (1Sa 13:1-23, 14:1-52).