677 - La caída de Jericó. Jos 6:2

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

677 – Jos 6:2 La caída de Jericó. Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra. Todas las defensas humanas se hunden delante de la poderosa presencia del Espíritu Santo. La unidad con Dios es poder para el testimonio, como da testimonio de ello la vida de Jesucristo. A Josué le fue fácil vencer, precisamente porque confió en Dios, que va delante con el espíritu de convicción, mostrando al enemigo su total debilidad en la presencia del Todopoderoso. La ciudad de Jericó estaba fortificada por un anillo doble de muros, el externo de casi dos metros de grueso y el interno de casi cuatro; se colocaban troncos a lo largo de estos, apoyando casas sobre las paredes. La destrucción de Jericó llenó de pánico a todos los enemigos de Israel porque conocieron al Dios todopoderoso que destruye fortalezas. I. Una ciudad sentenciada. Jerico estaba: 1. Bajo la maldición de Dios. “Será la ciudad anatema” (Jos 6:17). La sentencia de muerte había sido pronunciada cuarenta años antes (Éx 23:27-28), aunque ellos se gloriaban en su propia fortaleza. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Ro 5:12). 2. Bien cerrada (Jos 6:1). Si hubiera estado cerrada por Dios tal como había cerrado a Noé en el arca, entonces bien hubieran podido reírse con escarnio de los israelitas. Cuando Dios cierra nadie puede abrir, pero en este caso ellos se cierran contra Dios. “El que encubre sus pecados no prosperará” (Pr 28:13). Éste es un ejemplo del vano esfuerzo de orgullosos y desafiantes niños, que se cierran dentro de las murallas de su propia justicia. 3. Rápidamente derribada. “el muro se derrumbó.” (Jos 6:20). Les falló su único refugio, y grande fue su ruina. ¿De qué sirve un refugio que de nada servirá para el día de la prueba? Es como un barco podrido en medio de una tempestad. Estas grandes murallas, la obra de sus propias manos, eran toda su confianza y fueron avergonzados. Porque “ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo.” (Is 28:17). II. La victoria de la fe. El escritor a los Hebreos afirma:” Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.” (He 11:30). Los medios de Dios son locura para el hombre. Pero el corazón creyente se deleita en obedecer. Los medios señalados fueron: 1. Rodear la ciudad (Jos 6:3). Esta es la medida de la fe. “Por la fe, cayeron los muros de Jericó”. Ellos debieron tener una gran fe; su fe, así como sus pies, rodeó la ciudad obedeciendo a Dios. Debemos rodear los muros de la dificultad que se levanten confiando en las promesas de Dios. “Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros.”(Sal 18:29). 2. El toque de trompetas (Jos 6:4). Este es el medio de la fe. Se trata de las cosas sencillas, aparentemente débiles, de Dios; diferente a las armas carnales, pero son armas no de la duda ni del experimento, sino de la fe. La honda y la piedra no le servian de nada a Saúl, pero fueron poderosos en manos de David contra Goliat (1Sa 17:49-50). La trompeta del Evangelio tiene que ser soplada con fe si se desea lograr la victoria. Solo debían tocarlas los santos labios de los sacerdotes. Y son los hombres santos los que deben seguir hablando, predicando, enseñando movidos por el Espíritu Santo. 3. El acompañamiento del arca (Jos 6:6). Este es el objeto de la fe. El arca, el símbolo de la presencia de Jehová. Todo era dispuesto en relación con el arca. ¡Qué confianza! el arca que dividió el Jordán. La fe de ellos no estaría en sus toques de trompeta ni en su marcha alrededor, pero si no marchan el arca no los sigue. Así también nuestra fe debe mirar a Aquel que dijo: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días” (Mt 28:20), y proseguir rodeando y soplando las trompetas “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (He 12:2).