671 - El pueblo bendito. Dt 33:1

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

671 – Dt 33:1 El pueblo bendito. Esta es la bendición con la cual bendijo Moisés varón de Dios a los hijos de Israel, antes que muriese. Dios distribuye a cada persona talentos únicos. Todos estos dones son necesarios para completar su plan. No tenga envidia de los dones que otros tienen. En lugar de eso, descubra los dones que Dios le ha dado y decida realizar las tareas para las cuales lo ha calificado únicamente a usted. Acá cada tribu de Israel recibe una bendición especial y específica. La tribu de Simeón no aparece como una de las tribus porque durante el período de los jueces, la tribu de Simeón fue absorbida por la tribu de Judá. Así, cada creyente recibe sus dones y bendiciones de Dios. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Stg 1:17). 1. Un pueblo viviente. “Viva Rubén, y no muera” (Dt 33:6). Abraham oró a Dios: “Ojalá Ismael viva delante de ti.” (Gn 17:18). Los nacidos de arriba hemos sido “vivificados por el Espíritu”, y “resucitados de entre los muertos”, y “vivificados para Dios”. “Porque Yo vivo, y vosotros también viviréis”. (Jn 14:19). 2. Un pueblo que ora. “Oye, oh Jehová, la voz de Judá, y Tú seas su ayuda” (Dt 33:7). Así leemos que Judá prevaleció sobre sus hermanos (1Cr 5:2). Siempre prevalecen los que tienen a Dios como su ayuda. Dios promete: “E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás.” (Sal 50:15). 3. Un pueblo iluminado. “Tu Tumim y tu Urim sean para el hombre de tu agrado [Leví], ellos enseñarán” (Dt 33:8-10). Entonces fue con Leví como con los santos de Dios ahora. Ellos enseñan la diferencia entre lo santo y lo profano (Ez 44:23). Los que poseen las luces y las perfecciones (Urim y Tumim) que vienen por medio del don del Espíritu Santo serán testigos de Él (Hch 1:8). El Urim y el Tumim (Ex 28:30; Lv 8:8) eran dos piedras que usaban los sacerdotes para determinar la voluntad de Dios. “Pero vosotros [los creyentes] tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.” (1Jn 2:20, 27). 4. Un pueblo protegido. “El amado de Jehová habitará confiado cerca de Él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará” (Dt 33:12). Los amados del Señor están: 1) Cerca de Él para la comunión. 2) Cubierto por Él en seguridad. 3) Sobre Él para reposar. Porque Él nos ha amado con amor eterno (Jer 31:3). Amados por causa del Salvador (Mt 3:17). “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.” (2Co 13:14). 5. Un pueblo fructífero (Dt 33:13-17). La bendición de José está llena con lo mejor de los cielos: el rocío, el sol, la luna, pero la bendición coronadora de todas es “la gracia del que habitó en la zarza” (Dt 33:16). No es para asombrarse que José fuera una rama fructífera, y que sus ramas se desparramaran por encima del muro (Gn 49:22). Si tenemos la “gracia de Dios”, entonces también serán nuestras “las cosas sin precio del Cielo”. “Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.” (1Co 3:21-23). Dios nos recuerda: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2Co 12:9). 6. Un pueblo sacrificador. “Allí sacrificarán sacrificios de justicia” (Dt 33:19). El corazón no regenerado no puede ofrecer estas ofrendas. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gá 5:24). El primer sacrificio de justicia que somos llamados a ofrecer es nosotros mismos “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” (Ro 12:1). Que el siguiente sea la acción de gracias (Sal 116:17). El motivo constreñidor es el amor de Cristo (2Co 5:14-15). Al entregarnos a nosotros mismos a Dios entregamos nuestros miembros como instrumentos de justicia para Él (Ro 6:13).