655 - La rebelión de Coré. Nm 16:3

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

655 – Nm 16:3 La rebelión de Coré. Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? El gigante de la rebelión se levanta en el campamento de Israel y hace mucho daño. Antes de la caída viene la soberbia. Cuando la envidia entra en el corazón, pronto se convierte en un criadero de la maleza del descontento, la impaciencia y la presunción. El creyente servidor en la obra de Dios debe conocer el propósito que Dios tiene para él y no ostentar ministerios al que no ha sido llamado. El líder principal de esta rebelión fue Coré de la tribu de Leví codiciando el cargo del sacerdote Aarón y junto con él dos líderes de la tribu de Rubén: Datán y Abirám (Nm 16:1). Coré (H7139, Corac) significa Hielo. Solo un hombre con un corazón helado, frío, y con sentimientos helados pudo haber actuado de una manera tan mezquina contra Moisés “el más manso de todos los hombres que había sobre la tierra” (Nm 12:3). Los témpanos de hielo son tropiezo para las naves del evangelio de Dios, pero el fuego consumidor de Dios se encarga de derretirlos “para que la palabra del Señor corra y sea glorificada” (2Ts 3:1). 1. El pecado de rebelión. Coré, Datán y Abirám “se levantaron contra Moisés con doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, de los del consejo, varones de renombre.” (Nm 16:2). En sus corazones había un árbol del pecado: 1) La raíz del pecado, la incredulidad. Habían dejado de creer en Moisés y Aarón que eran los llamados por el Dios vivo. “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (He 3:12). Si dudas de la voluntad de Dios empezaras a deslizarte como un barco que se suelta del muelle y termina naufragando en alta mar (He 2:1). 2) Las ramas del pecado, la envidia. Preguntaron a Moisés y Aarón ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?” (Nm 16:3b). El salmista dice que: “Tuvieron envidia de Moisés en el campamento, y contra Aarón, el santo de Jehová.” (Sal 106:16). 3) La flor del pecado, la presunción. Presumieron que ellos también podían cuidar del pueblo diciendo a Moisés y Aarón: “¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová;”(He 16:3a). El pecado estaba floreciendo, madurando para dar su fruto. 4) El fruto del pecado, la muerte. Los rebeldes morirían por el juicio divino, porque “la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.”(Stg 1:15). 2. El juicio divino. Dios habló a Moisés diciendo: “Apartaos de entre esta congregación, y los consumiré en un momento.” (Nm 16:21). Moisés intercede para que sean castigados sólo los rebeldes: “Dios, Dios de los espíritus de toda carne, ¿no es un solo hombre el que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la congregación?” (Nm 16:22). Dios acepta la intercesión de Moisés y manda a que se separen de Coré, Datán y Abirám, entonces: “Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación. También salió fuego de delante de Jehová, y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.” (Nm 16:32, 33, 35). 3. Se levanta otro gigante. El gigante de la murmuración se levantó entre el pueblo de Dios. “El día siguiente, toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: Vosotros habéis dado muerte al pueblo de Jehová.” (Nm 16:41). Dios en su furor dijo a Moisés “Apartaos de en medio de esta congregación, y los consumiré en un momento. Y ellos se postraron sobre sus rostros.” (Nm 16:45). El fuego de Dios consumió la murmuración: