609 - Teme a Dios, y guarda sus mandamientos. Ecl 12:13

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

609 – Ecl 12:13 Teme a Dios, y guarda sus mandamientos. El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.   Salomón finaliza Eclesiastés con un resumen auto biográfico de su vida. Lo ha contado todo, y es posible que algunos no estén de acuerdo con su teología y estilo de vida, pero debemos admirar su vulnerabilidad. En este resumen final el escritor de Eclesiastés es considerado como un ministro de la palabra de Dios enseñando el arte de predicar y lo esencial para vivir la vida con gozo: Temer a Dios, y obedecer sus mandamientos. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Pr 1:7). 1. Todo esfuerzo humano para ser feliz es vacio (Ecl 12:8) “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.” Salomón finaliza como inició reiterando que todo esfuerzo humano debajo del sol para alcanzar la felicidad y gozo de la vida son vacíos. Para encontrar felicidad y gozo en la vida debemos elevarnos por arriba del sol manteniéndonos juntos al Dios vivo por medio de Jesucristo.  2. El arte de predicar (Ecl 12:9-12).   “Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios.” (Ecl 9:9). Salomón con su auto biografía es ejemplo que el predicador de la palabra de Dios debe ser sabio y su tarea principal es enseñar sabiduría al pueblo de Dios para hacerlo escuchar y escudriñar. El sermón no debe ser superficial ni con palabras rebuscadas, complejas sino enseñando con sencillez que capten la atención del auditorio. “Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y escribir rectamente palabras de verdad.” (Ecl 12:10). Sigue enseñando con el ejemplo que el predicador debe buscar palabras agradables, exactas, y de sana doctrina para que la gente sea alimentada con el alimento sólido, lo cual requiere una preparación del mensaje. El predicador debe escudriñar diligentemente para encontrar la mejor y sencilla explicación del texto bíblico. Salomón logró usar palabras que no se olvidan como por ejemplo en Ecl 3:1-8  “Todo tiene su tiempo… Tiempo para nacer, y tiempo para morir”. Continúa enseñando el arte de predicar diciendo: “Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.” (Ecl 12:11). Los predicadores, maestros al estudiar y exponer diligentemente la palabra de Dios, son como aguijones, clavos hincados, que llegan a lo más profundo el corazón dejando todo al descubierto: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (He 4:12). Salomón sigue enseñando “Ahora, hijo mío, a más de esto, sé amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne.” (Ecl 12:12). Por muchos libros de filosofía humana que leamos, estudiemos no nos ayudarán a alcanzar la satisfacción, felicidad de la vida y solo producen fatiga de la carne. Por lo cual, debemos pasar la mayoría del tiempo alimentándonos con la verdad de la Palabra de Dios: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” (Gá 6:8). 3. Consejo final: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos (Ecl 12:13-14) “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.” Salomón finaliza con dos cosas que debemos escuchar y practicar: La primera es tomar en serio a Dios, tenerlo en la más alta estima, respetarlo y reverenciarlo. ¿Por qué debemos temer a Dios? Para que obtengamos la sabiduría divina, la que trae satisfacción, felicidad, gozo para la vida debajo del sol y por la eternidad arriba del sol. Job apoya a Salomón afirmando: “He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse