592 - Dicha sin felicidad- Ecl 6:1-2
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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592 – Ecl 6:1-2 Dicha sin felicidad. Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso. La prosperidad no siempre es buena y la adversidad no siempre es mala. Sin embargo, Dios es bueno siempre, y si vivimos en el temor de Dios, experimentaremos contentamiento. ¿Qué bendiciones le ha dado Dios? ¿Qué debe hacer para disfrutarlas más? Salomón observó que a algunas personas, Dios les da riquezas sin la capacidad de disfrutarlas. Aun las bendiciones más grandes imaginables, por ejemplo, engendrar cien hijos, o vivir muchos años, son inútiles si uno no halla satisfacción en ellas ni es honrado después de su muerte. Sea por exceso de trabajo, tensiones, problemas familiares o alguna otra razón, esas personas, aunque tienen a su alcance todo lo que pudieran desear, no son felices. Por diferentes causas sus posesiones, herencia no van a su hijos o familia sino van a los extraños; esto es vanidad y mal doloroso. La futilidad, vacío y dolor de no poder disfrutar de las riquezas es peor que la tragedia de ser un abortivo. “Porque sembraron viento, y torbellino segarán; no tendrán mies, ni su espiga hará harina; y si la hiciere, extraños la comerán.” (Os 8:7). 1. Un mal muy común (Ecl 6:1-2). “Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.” Salomón advierte que algunos poseen una gran riqueza, tan grande que nada les falta de todo lo que desean, pero que no gozan de la capacidad divina de disfrutarla. Los extraños son quienes la disfrutan y que es un problema muy común entre los hombres. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gá 6:7-10). 2. No disfrutar las riquezas es peor que ser un abortivo (Ecl 6:3-6). “Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él. Porque éste en vano viene, y a las tinieblas va, y con tinieblas su nombre es cubierto. Además, no ha visto el sol, ni lo ha conocido; más reposo tiene éste que aquél. Porque si aquél viviere mil años dos veces, sin gustar del bien, ¿no van todos al mismo lugar?” Se describe a un hombre rico en términos hiperbólicos de bendición extrema: (a) grandes riquezas, “nada le falta de todo lo que desea”, (b) gran descendencia (cien hijos) y (c) larga vida, que viviere muchos años pero careció de sepultura y viviera mil años dos veces. El abortivo se describe en términos de gran futilidad, vacío: (a) Viene en vano, de nada sirve si nace, (b) desaparece en las tinieblas, (c) fácilmente se olvida, con tinieblas su nombre es cubierto, (d) nunca ha visto el sol, “la luz del día” y (e) nunca supo cómo era la vida. Una persona rica y un abortivo comparten el mismo destino: todos van al mismo lugar, la tumba. Y aun así, la suerte del abortivo es mejor, porque éste tiene más reposo, queda libre del trabajo, la ansiedad y la miseria de debajo del sol; que una persona grandemente bendecida cuya alma nunca encuentra satisfacción. “¿Quién es el hombre que teme a Jehová? El le enseñará el camino que ha de escoger. Gozará él de bienestar, y su descendencia heredará