584 - El trabajo motivado por la envidia. Ecl 4:4
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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584 – Ecl 4:4 El trabajo motivado por la envidia. He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. Salomón observa que algunas personas son perezosas mientras que otras son adictas al trabajo. Los primeros, viendo la futilidad de apresurarse hacia el éxito, se cruzan de brazos y perjudican a los que dependen de ellas y a sí mismas. Los que tienen adicción por el trabajo muchas veces están motivados por la envidia, la ambición y un deseo constante de permanecer por delante de los demás. Ambos extremos son necios e irresponsables. El antídoto para ambos es el trabajo arduo pero con moderación. Tómese tiempo para disfrutar los otros dones que Dios le ha dado, y comprenda que Dios es el que nos proporciona tanto las asignaciones como las recompensas, no nosotros. Dios enseña que “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.”(Fil 2:3-4). 1. El trabajo incentivado por la envidia (Ecl 4:4). He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. El primer incentivo incorrecto al que Salomón alude es la envidia. Dice que todo trabajo y toda excelencia de obras (sin duda son hipérboles) despierta la envidia del hombre contra su prójimo y que la envidia es vacío, vanidad y aflicción de espíritu. El apóstol Pablo advierte que evitemos la envidia: “Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.”(Gá 5:15). Santiago también confronta el pecado de la envidia ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Stg 4:1-3). 2. El trabajo del necio (Ecl 4:5). El necio cruza sus manos y come su misma carne. El necio es víctima de su propia ociosidad. Lamentablemente, cuando una persona se desempeña con excelencia, muchas veces otros, por envidia, le hacen la guerra (Ecl 4:4a). Le causan tantas tribulaciones, que su buena labor, en vez de traerle alegría y buena fama, le resulta fuente de aflicción (Ecl 4:4b). Por otro lado, tampoco es sabia la pereza, pues por ella se puede morir de hambre, cruzándose de brazos y comiendo su propia carne (Ecl 4:5). “Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia.” (Job 5:2). “Tesoro precioso y aceite hay en la casa del sabio; mas el hombre insensato todo lo disipa [despilfarra].” (Pr 21:20). 3. El equilibrio en el trabajo (Ecl 4:6). Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu. Una vez más debemos aclarar que Salomón no está enseñando que no se trabaje o ser negligente en el trabajo sino ser diligente y equilibrado en el trabajo porque la vanidad de los afanes solo traerá quitar la paz y afectar la salud con dolores, molestias, ansiedad y frustración “Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol? Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.” (Ecl 2:22-23). A muchos los motiva la envidia, la ambición y el deseo de ser vistos por los hombres y se afanan con el trabajo, llegando incluso a perder la vida. Salomón lo explica más adelante diciendo: “Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto. Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga;