579 – La vanidad de los afanes. Ecl 2:19

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

579 – Ecl 2:19 La vanidad de los afanes. Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.   Salomón continuó mostrando que el trabajo no produce fruto duradero para los que trabajan exclusivamente para ganar dinero y obtener posesiones. Pretendemos trabajar para lo eterno y nos encontramos con que la vida es pasajera. La muerte interrumpe el curso de la vida y le resta sentido a todo lo que hacemos. No sólo se quedarán atrás todos los logros alcanzados con los afanes del trabajo cuando muramos, sino que puede quedar para personas que no han hecho nada para ganarlo y no lo cuiden dando un mal uso y perderlo. Algunos se afanan trabajando para dejar herencia a los hijos, pero la mejor herencia que podemos dejar a la familia es enseñarles a vivir una vida siendo temerosos de Dios. El verdadero gozo de la vida surge únicamente cuando seguimos los principios de Dios. Sin Él, la satisfacción es una búsqueda perdida. Las personas que saben disfrutar de la vida son los que toman cada día la vida como un regalo de Dios, y le dan las gracias en todo, siguen y sirven a Dios por medio de ella. Así que, “de gracia recibisteis, dad de gracia.” (Mt 10:8). 1. ¿Quién heredará nuestros afanes? (Ecl 2:18-21). “Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí. Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.” Es importante entender que Salomón no está diciendo que no se debe trabajar o dejar de ser diligente en el trabajo, sino el resultado vacío, inútil del afán de trabajar para obtener bienes, riquezas. El heredero, un hijo u otro, puede despilfarrar la herencia: “Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría. ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande.” (Ecl 2:20-21). Salomón se entristece porque sus logros obtenidos con el afán del trabajo no son eternos, y la persona que lo heredará no había trabajado en ello y por lo tanto, no lo apreciaría en su justo valor. Además, podría ser un necio y despilfarrarlo todo. “Ciertamente como una sombra es el hombre; ciertamente en vano se afana; amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.” (Sal 39:6). 2. Resultados de la vanidad de los afanes (Ecl 2:22-23). “Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol? Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.” El afán por el trabajo no podrá llenar el vacío del ser humano. Más adelante dirá: “Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu.” (Ecl 4:6). La vanidad de los afanes solo traerá quitar la paz y afectar la salud  con dolores, molestias, ansiedad  y frustración. Uno de los resultados de los afanes de la vida es que se deja a un lado la búsqueda y servicio a Dios, y se deja de compartir con la familia. La Biblia enseña que: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño.” (Sal 127:1-2). Otros cometen injusticias por seguir la vanidad de los afanes: “¡Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, y no dándole el salario de su trabajo! Que dice: Edificaré para mí casa espaciosa, y salas airosas; y le abre ventanas, y la cubre de cedro, y la pinta de bermellón.