577 – La vanidad de los placeres. Ecl 2:10
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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577 – Ecl 2:10 La vanidad de los placeres. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Los múltiples inventos del corazón del hombre para obtener satisfacción en el mundo, y su cambio de una cosa a otra, son como el viajero desesperado sin rumbo, y como la inquietud del hombre con fiebre. Salomón dirige su búsqueda de la sabiduría humana a los placeres y al darse cuenta que era necedad darse al vino, en seguida prueba las costosas diversiones de los príncipes. Comenzó con grandes proyectos, compró esclavos y ganados, amasó fortuna, adquirió cantores, agregó muchas mujeres a su harén, y se convirtió en el personaje más importante de Jerusalén. Pero nada de eso le proporcionó la satisfacción que estaba buscando porque “todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol" (Ecl 2:11). Salomón siendo sabio dijo “Las riquezas de vanidad disminuirán; pero el que recoge con mano laboriosa las aumenta.” (Pr 13:11), pero en Eclesiastés Dios le demuestra su insensatez. 1. La meta y conclusión de la búsqueda de la felicidad en el placer (Ecl 2:1-2) “Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad. A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?” Salomón establece que en su búsqueda por encontrar algo que valiera la pena en la vida, experimentó todo tipo de placeres. Pero llegó a la conclusión de que eran fútiles y vanos, porque eran necios y porque logró muy poco, o nada. La pregunta de Salomón ¿de qué sirve esto? es una vez más retórica y requiere una respuesta negativa. No sirve para nada. 2. La gratificación sensual (Ecl 2:3) “Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.” El ser humano sin Dios, como viajero desesperado, cae en la gratificación sensual, agasajando la carne con el alcohol y prueba los efectos de la búsqueda del placer y de la frivolidad para ver si en verdad valen la pena. “¡Ay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que se están hasta la noche, hasta que el vino los enciende! Y en sus banquetes hay arpas, vihuelas, tamboriles, flautas y vino, y no miran la obra de Jehová, ni consideran la obra de sus manos.” (Is 5:11-12). 3. La búsqueda del placer en la acumulación bienes materiales (Ecl 2:4-10). Siendo el hombre más rico y poderoso que había vivido en Jerusalén (Ecl 2:9; 1Re 10), se rodeó de objetos gratificantes tales como edificaciones hermosas y viñas (Ecl 2:4; 1Re 7:1–11), huertos y jardines exuberantes (Ec 2:5) y llenos de árboles (Ecl 2:5–6), gran cantidad de siervos y siervas (Ecl 2:7; 1Re 10:5) que estaban disponibles para servirle, músicos para llenar sus necesidades artísticas y un gran harén para satisfacer “los deleites de los hijos de los hombres” (Ec 2:8); completa su lujuria al tener muchas mujeres, las cuales desviaron su corazón de Dios (1Re 11:1–3). “Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David.” (1Re 11:4). Además, con las riquezas de sus manadas de vacas y ovejas (Ec 2:7) y sus grandes tesoros de plata y oro (Ecl 2: 8; 1Re 10:14–15, 27) podía comprar cualquier cosa que su corazón deseara para satisfacer todo placer imaginable, y dice: “No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena.” (Ec 2:10). Dios advierte al ser humano que acumula bienes y riquezas: ¡Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra? (Is 5:8).