574 – Todo es vanidad. Ecl 1:2
Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio
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574 – Ecl 1:2 Todo es vanidad Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. Mucha gente se siente intranquila e insatisfecha. Se pregunta: (1) si estoy dentro de la voluntad de Dios, ¿por qué me siento tan cansado e insatisfecho? (2) ¿Cuál es el significado de la vida? (3) Cuando mire hacia atrás, ¿me sentiré feliz con mis logros? (4) ¿Por qué me siento consumido, desilusionado, seco? (5) ¿Qué será de mí? El objetivo de Eclesiastés consiste en responder a algunas de las preguntas más desafiantes de la vida. Eclesiastés representa la autobiografía dolorosa, dramática de Salomón quien dedica parte de su vida al placer personal apartándose de Dios. Salomón llega a ser la paradoja de las Escrituras, luego de ser el hombre más sabio, llega a ser el hombre más insensato debajo del sol. Dios a Job le demuestra que es pecador, y en Eclesiastés a Salomón que es un insensato. En Eclesiastés encontramos al ser humano debajo del sol haciendo diferentes actividades cotidianas buscando satisfacción pero sin Dios. “Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.” (Dn 12:4). 1. El vacio del esfuerzo humano (Ecl 1:2). Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. La frase vanidad de vanidades traduce el superlativo hebreo que encontramos en otras expresiones como: “Cantar de los cantares” y “santo de los santos”. El vacio de vacios aquí expresa: “el absurdo total”, “el completo vacío”. Para apoyar su tema central, Salomón discute en primer lugar y en términos generales, que es imposible obtener algo de valor permanente a través del esfuerzo humano, el cual introduce con una pregunta retórica “¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?” (Ecl 1:3). Lo demuestra con el ciclo continúo, incesante, agotador de las generaciones, la naturaleza, y termina con la repetición de las labores del ser humano. 2. La transitoriedad del hombre (Ecl 1:4) “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.” Hace la comparación de lo permanente de la tierra con lo temporal del ser humano. El salmista recuerda al ser humano que “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos.” (Sal 90:10). Algunos de los elementos de la tierra como rocas, arboles permanecen miles de años en cambio el ser humano es temporal, transitorio, y la humanidad sólo continúa a través de los nacimientos. “Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae.” (1Pe 1:24). Jesucristo es eterno por lo cual su palabra es eterna: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mt 24:35). Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (Ro 10:8-9). Al aceptar a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador pasamos de muerte a vida, termina nuestra vida temporal, y comienza nuestra vida eterna. “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él.” (1Ts 4:14). 3. La monotonía de la naturaleza (Ecl 1:5-7). Salomón usa como segunda prueba lo inefectivo del trabajo con el incesante, monotono ciclo de la naturaleza con el sol, el viento y los ríos. “Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.” (Ecl 1:5). Salomón habla de la ley de rotación de la tierra muy conocida hoy, pero ¿Quién enseñó esto a Salomón? “El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.” (Ecl 1:6). Salomón está hablando e la ley del clima y las tormentas. Pero ¿Quién enseñó esto a Salomón? “Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.” (Ecl 1:7).