1009 - Salmos. Enséñame a hacer tu voluntad. Sal 143:10

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

1009 – Sal 143:10 – Salmos. Enséñame a hacer tu voluntad. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud. Este salmo es el último de los Salmos 140-143 que son un grupo de ruegos, súplicas que expresan la reacción del creyente frente a diferentes problemas: la calumnia en el Sal 140, la provocación en el Sal 141, la soledad en el Sal 142 y el peligro de muerte en este Sal 143. Es una petición de perdón, y de liberación de los enemigos; las aflicciones, como de costumbre, producen la confesión y el arrepentimiento. No tenemos justicia propia que alegar, por tanto, debemos alegar la justicia de Dios y la palabra de la promesa que nos ha dado libremente y nos ha hecho tener esperanza en ella. Antes de orar para que sea quitado su problema, el salmista ora por el perdón de su pecado, y depende de la sola misericordia en cuanto a eso. El salmista estaba perdiendo la esperanza, lo atrapaba un temor paralizante diciendo desmaya mi espíritu y lo estaba llevando a una profunda depresión. El resultado es una hermosa oración que forma parte de los salmos de arrepentimiento junto con los Sal 6; 32; 38; 51; 102; 130. 1. La fidelidad y la justicia de Dios (Sal 143:1-2). “Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu verdad, por tu justicia. Y no entres en juicio con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún ser humano.” El salmista ora con urgencia; usa verbos imperativos, pues está en peligro de muerte. Apela primero a la gracia de Dios. Aunque el salmista reconoce que es pecador sabe que Dios quiere justicia y los que le atacan lo hacen injustamente. Al apelar a la justicia de Dios, el salmista reconoce que él no es justo, y que nadie puede ser suficientemente bueno delante de Dios. El apóstol Pablo cita este verso diciendo “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.“ (Ro 3:20; Gá 2:16). En el NT se aclara cómo Dios puede seguir siendo justo y a la vez justificar al pecador: es por la muerte expiatoria de Jesucristo. “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1Jn 1:7, 9). 2. La necesidad del salmista (Sal 143:3-4). “Porque ha perseguido el enemigo mi alma; ha postrado en tierra mi vida; me ha hecho habitar en tinieblas como los ya muertos. Y mi espíritu se angustió dentro de mí; está desolado mi corazón.” Ahora el salmista apela a Dios en base a su urgente necesidad. Está en peligro de muerte. 3. Su anhelo de tener comunión con Dios (Sal 143:5-6). “Me acordé de los días antiguos; meditaba en todas tus obras; reflexionaba en las obras de tus manos. Extendí mis manos a ti, m alma a ti como la tierra sedienta.” El salmista también está motivado por su anhelo de tener comunión con Dios. Sus recuerdos de la comunión que tenía con Dios antes aumentan este anhelo. Meditar, recordar toda la ayuda que Dios nos ha dado permite mantener la confianza en Dios y perseverar en sus caminos. “Considerad a aquel [a Cristo] que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (He 12:3-4). Extiendo mis manos es una señal de súplica. La sed es usada para expresar el deseo de conocer más a Dios; es una sed que no puede ser satisfecha de ninguna otra manera. Jesús en el pozo de Jacob dijo a la mujer samaritana “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Jn 4:13-14). 4. La urgencia de su situación (Sal 143:7-8). “Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande,