1007 - Salmos. Guárdame de la provocación. Sal 141:3-4

Descansando en Dios - En podcast av Francisco Atencio

1007 – Sal 141:3-4 – Salmos. Guárdame de la provocación. Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías con los que hacen iniquidad; y no coma yo de sus deleites. Recordemos que los Salmos 140-143 son un grupo de ruegos, súplicas que expresan la reacción del creyente frente a diferentes problemas: la calumnia en el Sal 140, la provocación en el Sal 141, la soledad en el Sal 142 y el peligro de muerte en el Sal 143. Este Salmo 141 enseña como el creyente debe actuar ante la provocación. Santiago escribió que "la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!" (Stg 3:5). El promedio es que una persona abre su boca alrededor de setecientas veces al día para hablar. Cuando somos atacados, en la tensión de la situación de crisis, nos vemos tentado a responder con los mismos métodos. El salmista pide a Dios que le guarde de no caer en la provocación. David pidió sabiamente a Dios que lo guardara de hablar algo malo, incluso en ocasiones cuando sufría persecución. Jesús mismo guardó silencio ante sus acusadores (Mt 26:63). Al conocer el poder de la lengua, haremos bien con pedir a Dios que nos cuide de lo que decimos para que así nuestras palabras honren su nombre “La boca de los sabios esparce sabiduría; no así el corazón de los necios.” (Pr 15:7). Este salmo contiene cuatro oraciones combinadas en una. I. Ruego que Dios se apresure (Sal 141:1-2). “Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí; escucha mi voz cuando te invocare. Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde.” La estrofa es un clamor urgente de un corazón en peligro de caer en la maldad de los que se oponen a él. En el Sal 142:2 se anima a sí mismo a ser constante en su oración y adoración, tan constante como es el quemar incienso y hacer sacrificios todos los días en el templo. “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (Ap 5:8). II. Ruego por justicia personal (Sal 141:3-5). “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías con los que hacen iniquidad; y no coma yo de sus deleites.” (Sal 141:3-4). Cuando nos atacan con palabras, somos tentados a responder de la misma manera y así deshonrar a Dios. Los hombres buenos conocen el mal de los pecados de la lengua. Cuando los enemigos provocan, estamos en peligro de hablar imprudentemente. Los salmos constantemente muestran cuán dañinas pueden ser las palabras de calumnia, enojo y engaño. El salmista pide la protección de Dios para no caer en lo mismo. Pero alguien que no habla malas palabras puede tener pensamientos de odio y venganza; de modo que el salmista también pide que Dios guarde su corazón y de caer en las palabras, pensamientos, hechos, caminos y compañerismo de los impíos. “Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo que no me herirá la cabeza; pero mi oración será continuamente contra las maldades de aquéllos.” (Sal 141:5). El salmista dice que la reprensión, regaño, llamado de atención del justo es un favor. “Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios.“ (Ecl 7:5). A nadie le gusta realmente la crítica, pero todos se pueden beneficiar de ella cuando la hacen con sabiduría y se recibe con humildad. David sugirió la forma de aceptar la crítica: (1) no la rechace, (2) considérela un favor, y (3) mantenga su boca cerrada (no se defienda). La puesta en práctica de estas sugerencias ayuda a controlar la forma de reaccionar ante la crítica y a convertirla en productiva en vez de destructiva, sin importar la intención original. Sigamos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo “quien